¿Estamos capacitados
para asumir un papel protagónico en nuestra responsabilidad moral y ciudadana
presidiendo de medios de control religioso?
La pregunta que abre
el tema pone de relieve un hecho humano: históricamente ha prevalecido la
interrelación del bien y la jurisprudencia divina. Desde generaciones atrás, no
se ha dado oportunidad de pensar racionalmente los actos morales. Dios, todo
poderoso, a través de sus ministerios y mecanismos reproducidos, infunde
obediencia ciega por medio de la fe. Gracias a su imagen implícita en los
derechos, se han evaluado de forma positiva y negativa aspectos de convivencia
civil. Dios se ha interpretado en la base ética universal.
A partir de la
presente disertación expondré tres puntos tocantes al tema de la religión y su
conveniencia en el Estado. El esbozo sucede de forma general, no detalla las
consecuencias ideológicas ni culturales en cada nación, ya que asume una
situación genérica. Su rango de predictibilidad asume tres puntos:
1.- La religión en
las fiestas locales.
“Somos lo
que hacemos con lo que hicieron de nosotros” Jean Paul Sartre
Navidad, el día de
las madres, de todos los santos, al-yuma‘a, Rosh
Hashanah.
Las festividades promueven actos de representación de la tradición de un pueblo
y ser culturalmente diverso es el criterio que conforma una nación unida
en idiosincrasia. Es una antinomia de la razón entre prescindir de la tradición
y considerar que identidad siga intacta. Somos lo que aprendimos a ser.
Es parte de la
expresión cultural la recepción y apropiación de festivales con motivos
religiosos. En el caso de eliminar la oficialidad asignada a cada una de éstas,
se diluye el sentido de pertenencia que muchas veces favorece a la nación. Oficialmente
se promueve la inclusión de la diversidad de una región, a través del respeto a
las creencias individuales y colectivas de una población.
Disfrutar la
pertenencia a un rito religioso, y mantener compostura según sus lineamientos
es útil para dar bases a un modelo constructor en la mentalidad colectiva.
Recordemos que en la conciencia infantil no hay diferencia entre los
imperativos Dios manda, obedece y teme a él; con el Estado impone, acepta y
alinéate al sistema. Al aceptar el mecanismo de control y sumisión implícito en
la ideología de los pueblos, se favorece su presión disciplinaria.
Es conveniente para
el Estado preservar los códigos culturales y morales implícitos en las
festividades religiosas. Evadirlos es una responsabilidad que resta compromiso
con la cultura. Resulta ineludible obtener beneficios de ello.
2.- La predisposición
ética en la religión
La conducta religiosa
favorece una estrategia óptima en la sociedad: obediencia y sumisión al
todopoderoso que vigila. Por medio del temor a cometer faltas o “pecados” la
masa asume reglas de control que benefician la conducta, la religión está hecha
como una guía o un modelo que (con independencia de los fundamentos) garantiza
criterios que por razón pura no se ven favorecidos.
No robar, no matar,
no violar. Con sus imperativos factibles, apoyan a la mayoría de los fieles
creyentes que consideran que un ser favorable recompensa a los que han seguido
sus demandas como convicciones personales. Esto, a lo sumo, también vendrá una
minoría que ejercitará otras faltas humanas.
Reitero la idea de
que, históricamente, ha prevalecido el temor divino y la gratificación
espiritual, los seres humanos que asimilan las prohibiciones religiosas como
esquemas de conducta son más propensos a tener una moral.
La axiología no ha
arrojado nueva luz. Si bien es posible enseñar un código ético basado en
racionalismo de principios y consecuencias; creo que aún la humanidad se
encuentra en una etapa principiante en lógica de valores; ya que los
razonamientos de muchos criminales, puede ser convincente a primera vista, al
tener claridad de los beneficios comparativos y una torcida noción de la
Justicia.
3.- Enseñanza
religiosa
En la religión no hay
libre cátedra, sólo dogma. Una asignatura especializada en tema de religión
corre el riesgo de ser sometida a interés interpretativo. Los portadores del
discurso aportan conocimiento en materia, pero finalmente, cualquier asignatura
es capaz de corromperse por visión personal.
Más allá de
comprender si es necesario educar con una materia de perspectiva religiosa,
habrá de analizar las condiciones de posibilidad para implementarla en el
sistema educativo. ¿Quién será capaz de impartirla? Un filósofo, un sacerdote,
un educador. Los compromisos educativos asumen situaciones ideales que se
plantean en programas de estudios, pero la recepción de los mismos depende de
las condiciones aleatorias en que se ejercen. Podríamos integrar física cuántica
en un nivel escolar básico, el problema sería quién o quiénes son los
encargados.
Lo óptimo en la
educación es definir un objetivo concreto y los medios para proveerlo. Aunque
se tenga una intención en la educación secular, o integral del individuo,
bastará analizar los recursos para determinarlo. No es debatible asumir si hay
oposición o predilección por tener una materia de religión, sino saber cuál es
el objetivo de la misma ¿ser comparativa, interpretativa, o crítica?
Incrédulamente, se ha
restado importancia en el papel que desempeña la religión en las elecciones
personales. Se ha desprestigiado el tema de la fe en la razón, pero es más aún
la fe por la razón la que ha de arrojar una era capacitada de emprender
acciones para transformar la educación.
Finalmente advierto
la problemática seguida del ateísmo en el Estado, puede acarrear nexos
complejos de repercusión cultural. Debido, principalmente a que en los países
socialistas en que se ha instaurado ha iniciado una “percusión activa y
violenta”. Greeley (2003). Se ha advertido por la sabiduría de cientos de años
atrás que, quién no comprenda la historia está condenado a repetirla.
Conclusión
Como se ha podido
demarcar en la breve exposición, resulta inoperante e inconveniente separar el
estado de la religión, ya que las bases ideológicas están implícitas en los
mecanismos de control y dominación social.
Lo que identifica a
un pueblo pluricultural es, en buena medida, el proceso de identificación con
las festividades de índole religiosa. Omitir su importancia puede acarrear una
pérdida de identidad personal y cultural.
A partir de décadas
pasadas se ha tenido el ideal de laicidad en la educación, favoreciendo temas
que perciben su inoperatividad en el crecimiento tecnológico y científico. No
obstante, apartarse de los principios morales que fundaba puede convertirse en
un problema mayor para el Estado, ya que hay una estrecha correspondencia entre
religión y moral.
Bibliografía
Greeley A. (2003), Religion in Europa at the End of the second
millennium. Véase Introducción al ateísmo. Coord.
Michael Martín. Ed. Akal. 1990