En la sociología moderna el
Estado ha sido definido de forma funcional, mientras que en el pensamiento de
Pierre Bourdieu (1930-2002) éste se analiza desde el modelo del constructivismo
y estructuralismo. Deudor de fuentes variadas en diferentes campos, su
reflexividad puede inscribirse en términos tanto epistémicos como sociológicos,
antropológicos, políticos, económicos y artísticos. Su trabajo estuvo influido
por los tres H dominantes de la filosofía y los maestros de la sospecha: Hegel,
Husserl y Heidegger; Marx, Nietzsche y Freud; pero también por distintos
derroteros del colegio de Francia y el impacto decisivo en Argelia por las brutales
políticas de pacificación.
De la
misma manera que Durkheim, nos dice Loyal (2017), Bourdieu comparte la fe
ilustrada en el potencial transformador intelectual y la visión evolutiva
revolucionaria de la sociedad, y algunas imposturas respecto del socialismo
republicano. Es posible entender el trabajo de Bourdieu en términos del marco
de estudios Heideggeriano, mismo que implica el producto de una superposición
entre dos campos semiautónomos relacionados: el campo intelectual y el campo
político a lo que se añade el valor del intelectual en la confianza gramsciana.
"…the belief in a future socialist society based on the scientific
and rational prognosis of its counterpart sociology, with its statistical and
comparative findings, and that society required a powerful and active state
albeit transformed from the current type”.
El
trabajo de Bourdieu puede ser útil para entender el orden social en
cosmovisiones éticas, producción social y política ya que su discusión acerca
del poder nos permite entender cómo los campos sociales originales son
estructurados y conformados en los márgenes de legitimidad en el Estado. Desde
el desarrollo de sus conceptos: habitus, illusios, y la aplicación múltiple
de los campos (extraídos de la semántica) se han podido hacer aplicaciones
prácticamente ilimitadas para dar sustento a realidades sociales en las que se
suceden esferas artísticas, culturales, científicas, de producción
comunicacional, pero quizás muchas de sus sendas se encuentran abierto al
encuentro interpretativo.
Habitus, campo y capital son los conceptos
fundamentales para el entendimiento de la dinámica social. De sus consecuencias
se pueden extraer algunas premisas en torno a las formas de proceder del Estado,
debido a que Bourdieu nunca presentó una teoría unificada en torno a éste, sino
más bien ideas recursivas, se pueden interrelacionar diferentes conclusiones
extraídas también de sus conceptos respecto de los órdenes simbólicos: de
capital, violencia y poder. Según esto, las categorías y estructuras sociales
naturalizan el mundo social como el efecto político además de que determinan la
clase como hecho central de las sociedades modernas.
Bourdieu dio muchas respuestas a los sociólogos
fundamentales, a Weber el trabajo de las artes como la réplica las
instituciones coercitivas que detentan el poder del Estado para monopolizar,
legitimizar e instaurar la violencia, tanto simbólica como física. También
utilizó efectos teóricos o consecuencias metodológicas de diferentes autores:
Wittgestein, Ponty, Sartre, Marx, Husserl, Althusser, Bachelard, Weber, y
muchos más.
La disgregación social, psicológica, política y económica
de la colonización europea en Argelia amplió su discusión sobre la
interpenetración de la cultura europea desde una antropología filosófica. La
percepción de sí mismos, como pueblos dominados regidos por tensiones y
contradicciones a la estatalidad que construyen estereotipos sociales, también
esencializa, normaliza e interpreta el comportamiento desde posiciones de
prestigio y poder, este proceso da lugar a la forma de violencia simbólica.
Las representaciones colectivas y la autoidentificación
primaria de los agentes se clasifican desde categorías que convienen a los
dominadores, desde un proceso de dominación bilateral, dialéctico y dicotómico
complejo. “Bourdieu notes that discrimination, domination and
widening inequality generated by colonial policy had led to a sense of
resignation and fatalism amongst the Algerians, but it also resulted in
resentment and revolt. Cultural interpenetration made social reflexivity
possible.”
Los cambios de paradigma social posibilitan
la evaluación intersticial entre formas culturales tradicionales. Para Bourdieu
el capitalismo y urbanismo pueden erosionar hábitos de vida, el ethos
autonómico de las culturas, en términos sociales, psicológicos y morales. Los
procesos objetivos respecto de los subjetivos son mediados y percibidos desde
el choque civilizatorio, utilizando tanto el esquema interpretativo de la
fenomenología como el análisis del hecho social, considerando que, en efecto:
“…processes that are experienced and perceived as personal failings, as
actually a consequence of broader social phenomena”. (Ibidem)
El
concepto de habitus fue originalmente elaborado desde la fenomenología
corporal de Merleau Ponty y el concepto aristotélico "hexis" al
analizar los bailes campesinos argelios, conferido a una unidad sintética desde
donde las técnicas del cuerpo constituyen sistemas, ligados sobre todo a un
contexto cultural que no satisface demandas temporales.
En el
ingreso a la educación se adoptan juegos de reglas incrustados en formas de
vida, de la misma forma que se median procesos objetivos y expectativas
subjetivas, la cultura, temporalidad, categorización y autopercepción. La reproducción social, en la base de la
educación formal, preserva la desigualdad. La elite es la que puede acceder a
servicios educativos de calidad, por ello, su capital cultural es reproductor,
modelador de maneras, modos de ser, conocer y sentir de las clases dominantes; predisponiendo
el acceso a educación superior; enmascarando una ideología que segrega y
sustenta su estructura en base a la violencia simbólica: “…the dominated is
structured according to the values and word-view of the dominant social groups,
and secondly that those from the lower classes participate in their own
domination, fostering the reproduction of social inequality.”
Habitus son las disposiciones semiconscientes
de los agentes sociales que los inclinan a actuar de forma determinada, pero no
son restrictivas, se considerarán duraderas, transponibles o ajustables a
diferentes situaciones, que generan y organizan prácticas, las reconocidas como
“estructuras estructurantes”. Las bases del habitus están sedimentadas
desde la infancia y predisponen la actuación futura, ya que se encuentran
internalizadas.
…the habitus is
a product of objective conditions and likely to undergo a hysteresis effect
when it finds itself in an environment radically different from which it
emerged. This can lead to dislocation but also to social conflict, as between
different generations raised in different objective conditions, who possess
different definitions of what is possible, impossible or probable.
El habitus
es entendido respecto de lo que el autor denomina campo social, una red o
patrón, la estructura que configura relaciones sociales objetivas, muy ligado a
la lógica del interaccionismo simbólico, se perciben dominación, subordinación,
homología, como posiciones en que confluyen los campos. De esta manera, se
podría entender la esfera política, científica, religiosa, cultural, ligada a
campos que dan forma y transforman la capacidad de agencia de los individuos
que se determinan por éstos. Para el autor, los fenómenos sociales radican en
las relaciones de sus campos, como producto y consecuencia de axiomas con
propiedades universalizables. Los campos, nos dice Loyal (2017), pueden cambiar
y desarrollarse dentro del contexto de las luchas históricas, además de poder
institucionalizarse y reproducirse a sí mismos.
También resulta interesante la reapropiación
que el autor realiza de la validez de la ciencia respecto de verdades
ontológicas, desde un punto de vista fenomenológico que recuerda La poética
del instante el autor demerita el valor de la coherencia hipotética
implícita en las ciencias. En efecto, por su valor epistemológico, la ciencia
se yergue en base a la contrastación de modelos teóricos que dan coherencia a
conceptos de corte ordinario respecto de su aparición fenoménica. Con esto, el
campo de la ciencia puede desafiar otros que rigen absolutismos, presentar
cierta autonomía, pero que al final requisita de un poder simbólico que regresa
al monopolio de las narrativas que configura y articula el Estado, como
mediador de las producciones que atraviesa su capacidad de comunicabilidad
institucional. La realidad social instruye un orden gnoseológico.
El Estado
integra lógica y moralmente el mundo social, a través del consenso y disenso
también posibilita las reglas de excepción y permanencia del conflicto social;
en adhesión al orden social, organiza sus principios y confiere su intelección
al lenguaje, al ámbito de la comunicación. La comunicación y el significado son
relaciones de poder que dependen del poder o material simbólico de los agentes,
por lo tanto, su función política se cumple en tanto preservan que la clase
dominante preserve su estatus por medio de la violencia simbólica contribuyendo
a la domesticación del dominado. Esta forma de poder moviliza de forma
equivalente a otras formas de violencia perceptibles.
Desde sus
embates a problemáticas de tradiciones políticas, se percibe en la adscripción
de estatalidad que Bourdieu realiza la necesidad de articular el impacto de la
lógica estatal autónoma. Quizás de manera análoga a Marx, se alzan abstracciones
dispersas sobre la naturaleza u estructura del Estado, tendientes a
instrumentalizar una ideología burguesa que sirven para preservar el interés
capitalista, donde la agencia contestataria sólo puede darse por medio de la
lucha de clases.
Marx coloca
la revisión historicista para explicar que el Estado y el individuo como
abstracción es un producto moderno y no se sucede de los intereses del mundo
feudal, pues la burguesía no ejerce el poder estatal directamente. De las
revisiones que Bourdieu hace a Marx se puede extraer que hay un reduccionismo
economicista y "funcionalismo pesimista" carente de los mecanismos
estructurales reales que conforman los fundamentos del ser y actuar de los
actores. Los postmarxistas, en el mismo sentido: “…it always insists
on characterizing the state by what it does, and for the people for whom it
does what it does.”
En Weber
radica una cosmovisión de orden nacionalista liberal, analizando un estado de
secuestro/ladrón, de bienestar, constitucional y patrimonial. Como se mencionó,
disiente de la idea que su monopolio radica en la fuerza física, el gobierno y
la legitimidad, pero responde a la racionalización occidental que ostenta valor,
ideas, orden legal. La burocracia de la razón. El Estado weberiano refiere a un locus de
fuerza física, con naturaleza política, institucional y organizativa que
legitima, administra y ordena. Esto conlleva también el dominio sobre la redención
espiritual: “The monopolization of spiritual salvation and the role of religion
are highly significant in terms of complementing the monopolization of physical
force’.”
Bourdieu
coincide en la monopolización de la violencia, que además mantiene formas
organizativas de dominación en el escenario de la geopolítica, imperialismo y
nacionalismo. Considerará la perspectiva weberiana como fiscalista, porque
carece de explicación sobre la aceptación de los dominados, así que sostendrá
que ningún poder está desnudo, según Loyal (2017) la fuerza actúa directamente,
por constreñimiento físico, pero también a través de la representación que los
sujetos, lo que complementa la premisa desde el monopolio de la violencia
física y simbólica legítima.
Se señala
con cierta curiosidad que Bourdieu se mantiene menos crítico de las posturas de
Durkheim, si bien en cierto sentido son las que generan más ambivalencia a las
de él. Por un lado, percibe a Durkheim desde la objetivación y todas las
técnicas de objetivación debido a que da el carácter de los hechos sociales y
hombres como cosas, desde el estado internalizado, lo cual es limitado respecto
de la actuación de sujetos.
La
articulación de las ideas en torno al Estado de Bourdieu es un vaivén entre
réplicas y complementos de otras obras contemporáneas: Charles Tilly, Talcott
Parsons, Norbert Elias y Louis Althusser, donde avanza la dimensión simbólica
de la dominación estatal cuestionando la lógica económica, ampliando las formas
culturales como reguladoras de las subjetividades y cuestiona el papel de la
sociología que historia realidades sin dar explicaciones coherentes a la
narrativa de la sumisión. El autor enfatizara que, no obstante, el trabajo de
Corrigan & Sayer: “Despite his claim to have surmounted many of the
antinomies pervading their analysis, there is one respect in which their work
surpasses his, and this is their stronger focus on both the class and the
gendered.”
Desde
esta revisión de antecedentes es posible plantear cómo surge la concepción de Estado
desde el campo de poder burocrático, donde su doble monopolio se extiende por
formas de violencia legítima en un territorio y a una población. Como se
señalaba desde el inicio de la exposición, capital simbólico, poder simbólico y
violencia simbólica, donde la fuerza bruta no es simple, sino persuasiva y capaz
de crear reconocimiento dentro del habitus de la colectividad. El autor
no puede separar la dimensión simbólica del elemento físico, así como insistir
en que las estrategias de dominación se aceptan por una internalización y
naturalización de órdenes que obedecen a las estructuras existentes.
La
dominación por la fuerza es susceptible a ser depuesta.
Las
luchas y los enfrentamientos, las tensiones y los conflictos se explicitan como
formas expansivas de las estructuras que operan para dar significado, clasificación
y significación a la dominación. Los sistemas simbólicos, de conformidad con la
disposición lógica-moral de Durkheim, operan en continuidad con una causa,
tiempo, espacio definido para suscitar el consenso. Donde se otorga
significación al ethos, con implicaciones respecto del orden social y
público, en sus formas de legitimidad o punición, dando obediencia, creencia,
aceptación y consenso de los grupos dominados. "The
cognitive structures individuals internalise and apply to the social world,
which are both descriptive and evaluative, are constituted by the state and
operate ‘through belief and the pre-agreement of the body and the mind with the
world.”
Inconscientemente,
todos los ciudadanos, reproducimos el orden social.
Ahora
bien, si las estructuras del mundo son las que determinan y uniforman la
complicidad la existencia de un Estado que es productor y reproductor de
estructuras que a la vez se organizan desde su socialización, también sus
arbitrariedades resultantes se encuentran respaldadas por una ideología que
opera y burocratiza estas prácticas. Sus sistemas simbólicos son legítimos a
competencia del Estado en tanto que clasifican y disgregan habitus individuales
y colectivos, lo que además es de conveniencia para un modo de producción
específico (el del aparato neoliberal).
Reflexionando
con cierto margen, me permito conceder una opinión final.
El relato
del buen gusto, alta cultura, buena
educación y los ideales aspiracionales a los que nos encontramos sometidos por
pertenecer a una sociedad que gusta de instaurar narrativas de competividad,
competencia, converge en la carencia de criterio, facultando una
performatividad a la comisión de teatralidad del experto, conocedor, docto o
letrado, arguyendo el mismo principio de poder simbólico presente en el Estado;
conveniente al respeto, a la verdad consensuada, la sumisión a las autoridades
que portan títulos sobre la validez de la ciencia y al mismo tiempo (puede) que
se inscriban en los mecanismos y márgenes mencionados de violencia simbólica.
Espectáculo de lo universal.
Loyal, S. (2017).
Bourdieu´s Theory of the State. A critical Introduction". USA: Palgrave,
Macmillan.