Estudié a Skinner en la
preparatoria, en la universidad y, ahora, volver a enfrentarme a su lectura me
ha reconectado con mi fibra positivista. Aún me genera un apego
emotivo-racional en el que me cuesta distanciarme; sus sentencias seducen, por
sus observaciones demostrables, pragmáticas, prudentes, redondas: sí que por
fuera del silogismo estructural en el que proceden sus argumentaciones,
comprendo las críticas y limitaciones del condicionamiento operante, en
términos sociales, como base determinista para mejorar la sociedad e
incrementar la felicidad humana. Los anarquistas se insultan.
Ramón
Bayes, en la introducción a la obra, reconoce las vulnerabilidades en
que Skinner ha sido atacado por autores como Hillix; Krawec; Verplanck;
McGuigan y Chomsky. Sintetiza que la postura ateórica es inconsecuente,
contradictoria, parcial. La extrapolación de las bases del condicionamiento es
peligrosa; ciencia y conducta humana, son sólo sugerencias; su inducción no
contiene una muestra representativa estadísticamente; la dimensión en que se
entiende el organismo replica resultados en el caso de consecuente
compatibilidad; la aplicación del condicionamiento operante a la conducta
verbal es limitada. Y, en general, se habla de un reduccionismo de la
complejidad humana. Sí, cierto.
Al mismo
tiempo, el comentarista Bayes (1971) ha sintetizado en cuatro puntos los
planteamientos más generales de la propuesta skinnereana: enfoque ateórico y
puramente descriptivo. La primera representa la discriminación entre
condicionamiento operante y respondiente, reducido este último a una parte
mínima de la conducta total del organismo. Consideración que las leyes
generales del aprendizaje son las mismas para cualquier organismo, sea cual su
especie y la desconfianza frente a las técnicas estadísticas.
Podemos
imaginar que la tensión que produce una teoría construida en enfoque ateórico tiene,
por principio, complicaciones estructurales. Pero el gran acierto de la época
(imaginándolo en su contexto) y gran fracaso en las ciencias sociales
posteriores, son las intenciones más soberbias que la de un Dios que nos ha
dejado el libre albedrío, de lo que, en palabras del autor: “Nos proponemos
predecir y controlar la conducta del organismo individual.”
El
conductismo sugiere un adiestramiento para actuar conforme a fines. El
planteamiento no deja de dar obvios resultados respecto de la maquinaria
social. Entiendo. Sin embargo, desde la forma en que configura la argumentación
parece difícil de refutar. El material que se dispone a analizar en una ciencia
de la conducta procede de varias fuentes: observaciones
casuales, observación de campo controlada, observación clínica, estudios de
laboratorio de la conducta humana, análisis de datos y, mucha experimentación.
El
condicionamiento de Skinner sigue en apuesta en las instituciones educativas.
Siguiendo el experimento de Pavlov, se ha radicalizado el programa de refuerzo
a partir de la consecución de estímulos persistentes. Las escuelas
tradicionales apuestan por el servilismo, la sumisión y el control que ofrecen
los modelos de respuesta. Si bien, en años recientes se denunció la crueldad
implícita, la falta de apertura a la reflexión, creación, imaginación, diálogo,
ciertamente operamos de manera de consecución de fines, ya que predice y
articula útiles resultados para el sistema. En otro panorama, el conductismo
también se implica en entrenamiento militar, retrasados mentales o la vida
laboral. “La suposición de que la conducta es un dato científico sometido a
leyes encuentra a veces otra objeción. La ciencia está interesada en lo
general, pero la conducta del individuo es necesariamente única.”
¿Puede
sernos de alguna ayuda la ciencia? Es la primera pregunta con la que Skinner
comienza la disertación. En términos generales, apuesta a razonar con un
discurso muy consistente qué es, para qué sirve, cómo opera, qué describe e
incluso, acusa algunas de sus pretensiones en tanto que no intenta perseguir
fines más altos. “La ciencia es algo más que una mera descripción de los
acontecimientos tal como ocurren. Es un intento de descubrir un orden, de
mostrar que algunos hechos tienen unas relaciones válidas con otros”.
La ciencia es ante todo un conjunto de actitudes. Es una
disposición para tratar con los hechos más que con lo que alguien ha dicho
sobre ellos. (…) La ciencia rechaza incluso sus propias autoridades cuando
éstas interfieren la observación de la naturaleza. La ciencia es una
disposición para aceptar los hechos aun cuando éstos se opongan a los deseos.
La
ciencia, en términos del autor, proporciona su propia sabiduría. Podríamos
disentir en nuestro derecho, de la clase de ciencia o sabiduría que se ha
gestado en una racionalidad blanca, dominada, dominadora, colonial, pero no
deja de parecer cierto. Esta búsqueda de objetividad, de exhorto al orden,
discrepar de las conformaciones del mundo, no deja de tener un tamiz tentador,
más aún por la coherencia en la que somete a afirmar la réplica de resultados
respecto del ser humano, en su compleja naturaleza.
Skinner
demuestra que tiene la capacidad de crear experimentos, técnicas, modelos e
incluso tecnologías afines a la manipulación mental. Si bien el autor considera
que en la conducta humana existen de fuerzas coercitivas preferimos ignorar,
también nos seduce desde la operabilidad, la fuente práctica y pragmática en la
que (no sé si a todos) nos gustaría estimar que somos capaces de modelar el
hábito individual.
El autor
dialoga con Freud, pues comprende bien que en la base de la entidad individual
también está lo que se modela de la experiencia desde la infancia. Puede que el
autor perciba que la conducta humana puede ser espontánea y responsable; pero
plantea con mucha más objetividad que la autonomía interior no es completa ya
que el individuo no siempre ha de ser considerado responsable.
La aplicación de la ciencia a la conducta humana no es tan
simple como parece. La mayoría de los que la defienden buscan solamente <los
hechos>, y para ellos la ciencia es poco más que una observación cuidadosa.
Quieren evaluar la conducta humana tal como es, más que cómo parece ser a
través de la ignorancia y los prejuicios, y luego tomar decisiones eficaces que
conduzcan rápidamente a un mundo más feliz.
Skinner
realiza muchas observaciones puntuales respecto de las ciencias humanas en
términos más generales a la propia conducta. Sugiere, por ejemplo, que la discordancia
entre las naciones, ya sean discutidas de forma pacífica o bien como “litigio
en el campo de batalla”, son parte íntima del problema del control y de la
libertad humana. De esta forma, se vuelca hacia el campo controversial de lo
que puede ser totalitarismo o democracia. Su resolución va a increpar el papel
del Estado respecto de la pertenencia singular del individuo, apuntando a la
posibilidad de crear una sociedad planificada.
No suena
descabellado inferir que, entre mayor control, determinismo económico,
planeación, es posible redirigir la iniciativa individual, más allá de una
propaganda, tanto en los entornos educativos como de la propia lucha ideológica.
La predicción, la minimización de la incertidumbre, el entendimiento de la
naturaleza humana se basa en la observación continuada. Se sospechará no con
cierta ironía, el sesgo amoral de esta práctica.
Un vago sentido de orden emerge de cualquier de la conducta
huma. Una conjetura plausible acerca de lo que hará o dirá un amigo en una
circunstancia dada es una predicción basada en tal uniformidad. Si no se
pudiera descubrir un orden razonable difícilmente podríamos tratar los asuntos
humanos de una manera eficaz. Los métodos de la ciencia están ideados para
poner en claro estas uniformidades y hacerlas explicitas.
El autor
plantea una serie de observaciones que son motivo de discusión en el plano
axiológico, ya que, si bien existieron visiones ancladas en teologías y
teleologías de dominación, también considerará que este rechazo de la autoridad
tiene por origen el renacimiento del saber, pues según Skinner, ha surgido del
momento en que la humanidad se aboco a comprender y estudiar la naturaleza, experimentar
en ella. Dialoga con la historicidad de sus fuentes: “En la ciencia, los
términos <causa> y <efecto> ya no se utilizan tan ampliamente como
en el pasado”.
La
antigua relación causa-efecto, en este contexto, explica que pueden surgir nuevos
términos que indican cómo la causa produce su efecto. La disertación del
problema de la causalidad cuestiona el ordenamiento poco claro de los hechos y
su sucesión.
Skinner
tiene la posibilidad de nublar el juicio en las formas subyacentes de
racionalidad. Intentar cuestionar el razonamiento desde dentro puede ser mucho
más difícil que hacerlo desde fuera de las premisas. Justo por la construcción
de un sistema empírico que cuestiona todo marco teórico precedente, basado en
el análisis de datos duros de experimentación. Hace un juego heurístico,
hermenéutico, epistémico. Sus limitaciones son soberanas, pero en algún punto,
los resultados… contundentes. Su conductismo descriptivo es al mismo tiempo un
punto de partida de reflexión filosófica, para producir tecnologías del
comportamiento es necesario modelar el ambiente, controlarlo, acertar en el
entorno.
La vida nos demuestra que no podemos
planificar ni planear en detalle último ninguna respuesta. Al replicar
condiciones idénticas, no necesariamente se produce una conducta predecible.
Esto es porque la inmensa variabilidad del ser humano (sí, su autodeterminación
y libertad) se fragua de nuestras manos. En cierto punto, la mecánica de
reproductibilidad de la acción condicionada es una fantasía. Una muy bella para
el trabajo totalitarista del Estado en la represión social. Pero veamos
¿funciona? “La autodeterminación no se deduce de la complejidad. La dificultad
en calcular la órbita de una mosca no prueba el azar, aunque pueda no probar
nada.”
Skinner
en su contexto y aún en el nuestro nos da esperanzas de perfeccionismo. Es
cruel, se le acusó de someter a sus propios hijos a las pruebas de laboratorio
que determinó en animales. El conocimiento tiene su precio y él lo costeó por
vida a cuenta.
«Heir Conditioner» heredero y aire acondicionado. La
intención de Skinner con algunos experimentos con bebés (los propios) nos
llevan a percibir el problema liminal de la crianza. Las tecnologías que usamos
para evitarlas o facilitarlas. Él pensaba que al controlar el entorno, era
posible incidir positivamente en el desarrollo del niño, evitando el difícil
trabajo de cambiar sábanas, controlar la temperatura, reducir la irritación,
lavar mucho o ¡qué va! dar un abrazo a un crío cuando llora. Este ambiente
escéptico de una cuna de aire fue popularizado y vendido al por mayor. Pero
también se discute que su propia hija, quién se suicidara más tarde, fue parte
del experimento de la famosísima Caja de Skinner, demostrando que para
la ciencia no hay mayor costo que beneficio.
Un acto concreto nunca puede predecirse partiendo de la
constitución física; pero diferentes tipos de personalidad implican la
predisposición a comportarse de una manera distinta, de forma que se supone que
los actos concretos se verán afectados por ello. Este error es parecido al que cometemos
cuando encontramos a alguien que físicamente se parece a un conocido nuestro, y
esperamos que se comporte también como él.
Podría agregar, adicionalmente al papel que desempeña el
análisis de la conducta humana que, no dejo de sentir que Skinner es un sujeto
que, por fuera de toda moral y con riesgo a ser reprendida o aniquilada en mi
declaración, me agrada. ¿Quién no desearía ir más allá de lo que hizo Dios?
Skinner,
B. F. (1971). Ciencia y conducta humana: una psicología científica.
(M. J. Gallofré, Trad.) Barcelona: Fontaella.