lunes, 14 de marzo de 2022

Frederic Skinner y Dios

 


Estudié a Skinner en la preparatoria, en la universidad y, ahora, volver a enfrentarme a su lectura me ha reconectado con mi fibra positivista. Aún me genera un apego emotivo-racional en el que me cuesta distanciarme; sus sentencias seducen, por sus observaciones demostrables, pragmáticas, prudentes, redondas: sí que por fuera del silogismo estructural en el que proceden sus argumentaciones, comprendo las críticas y limitaciones del condicionamiento operante, en términos sociales, como base determinista para mejorar la sociedad e incrementar la felicidad humana. Los anarquistas se insultan.

Ramón Bayes, en la introducción a la obra, reconoce las vulnerabilidades en que Skinner ha sido atacado por autores como Hillix; Krawec; Verplanck; McGuigan y Chomsky. Sintetiza que la postura ateórica es inconsecuente, contradictoria, parcial. La extrapolación de las bases del condicionamiento es peligrosa; ciencia y conducta humana, son sólo sugerencias; su inducción no contiene una muestra representativa estadísticamente; la dimensión en que se entiende el organismo replica resultados en el caso de consecuente compatibilidad; la aplicación del condicionamiento operante a la conducta verbal es limitada. Y, en general, se habla de un reduccionismo de la complejidad humana. Sí, cierto.

Al mismo tiempo, el comentarista Bayes (1971) ha sintetizado en cuatro puntos los planteamientos más generales de la propuesta skinnereana: enfoque ateórico y puramente descriptivo. La primera representa la discriminación entre condicionamiento operante y respondiente, reducido este último a una parte mínima de la conducta total del organismo. Consideración que las leyes generales del aprendizaje son las mismas para cualquier organismo, sea cual su especie y la desconfianza frente a las técnicas estadísticas.

Podemos imaginar que la tensión que produce una teoría construida en enfoque ateórico tiene, por principio, complicaciones estructurales. Pero el gran acierto de la época (imaginándolo en su contexto) y gran fracaso en las ciencias sociales posteriores, son las intenciones más soberbias que la de un Dios que nos ha dejado el libre albedrío, de lo que, en palabras del autor: “Nos proponemos predecir y controlar la conducta del organismo individual.” (Skinner, 1971, pág. 50) El problema de tal predestinación es que, hasta cierto punto, pudo ser correcta (claro está, replicando resultados en un modelo controlado).

El conductismo sugiere un adiestramiento para actuar conforme a fines. El planteamiento no deja de dar obvios resultados respecto de la maquinaria social. Entiendo. Sin embargo, desde la forma en que configura la argumentación parece difícil de refutar. El material que se dispone a analizar en una ciencia de la conducta procede de varias fuentes: observaciones casuales, observación de campo controlada, observación clínica, estudios de laboratorio de la conducta humana, análisis de datos y, mucha experimentación.

El condicionamiento de Skinner sigue en apuesta en las instituciones educativas. Siguiendo el experimento de Pavlov, se ha radicalizado el programa de refuerzo a partir de la consecución de estímulos persistentes. Las escuelas tradicionales apuestan por el servilismo, la sumisión y el control que ofrecen los modelos de respuesta. Si bien, en años recientes se denunció la crueldad implícita, la falta de apertura a la reflexión, creación, imaginación, diálogo, ciertamente operamos de manera de consecución de fines, ya que predice y articula útiles resultados para el sistema. En otro panorama, el conductismo también se implica en entrenamiento militar, retrasados mentales o la vida laboral. “La suposición de que la conducta es un dato científico sometido a leyes encuentra a veces otra objeción. La ciencia está interesada en lo general, pero la conducta del individuo es necesariamente única.” (Skinner, 1971, pág. 37)

¿Puede sernos de alguna ayuda la ciencia? Es la primera pregunta con la que Skinner comienza la disertación. En términos generales, apuesta a razonar con un discurso muy consistente qué es, para qué sirve, cómo opera, qué describe e incluso, acusa algunas de sus pretensiones en tanto que no intenta perseguir fines más altos. “La ciencia es algo más que una mera descripción de los acontecimientos tal como ocurren. Es un intento de descubrir un orden, de mostrar que algunos hechos tienen unas relaciones válidas con otros”. (Skinner, 1971, pág. 26)

La ciencia es ante todo un conjunto de actitudes. Es una disposición para tratar con los hechos más que con lo que alguien ha dicho sobre ellos. (…) La ciencia rechaza incluso sus propias autoridades cuando éstas interfieren la observación de la naturaleza. La ciencia es una disposición para aceptar los hechos aun cuando éstos se opongan a los deseos. (Skinner, 1971, pág. 32)

La ciencia, en términos del autor, proporciona su propia sabiduría. Podríamos disentir en nuestro derecho, de la clase de ciencia o sabiduría que se ha gestado en una racionalidad blanca, dominada, dominadora, colonial, pero no deja de parecer cierto. Esta búsqueda de objetividad, de exhorto al orden, discrepar de las conformaciones del mundo, no deja de tener un tamiz tentador, más aún por la coherencia en la que somete a afirmar la réplica de resultados respecto del ser humano, en su compleja naturaleza.

Skinner demuestra que tiene la capacidad de crear experimentos, técnicas, modelos e incluso tecnologías afines a la manipulación mental. Si bien el autor considera que en la conducta humana existen de fuerzas coercitivas preferimos ignorar, también nos seduce desde la operabilidad, la fuente práctica y pragmática en la que (no sé si a todos) nos gustaría estimar que somos capaces de modelar el hábito individual.

El autor dialoga con Freud, pues comprende bien que en la base de la entidad individual también está lo que se modela de la experiencia desde la infancia. Puede que el autor perciba que la conducta humana puede ser espontánea y responsable; pero plantea con mucha más objetividad que la autonomía interior no es completa ya que el individuo no siempre ha de ser considerado responsable.

La aplicación de la ciencia a la conducta humana no es tan simple como parece. La mayoría de los que la defienden buscan solamente <los hechos>, y para ellos la ciencia es poco más que una observación cuidadosa. Quieren evaluar la conducta humana tal como es, más que cómo parece ser a través de la ignorancia y los prejuicios, y luego tomar decisiones eficaces que conduzcan rápidamente a un mundo más feliz. (Skinner, 1971, pág. 26)

Skinner realiza muchas observaciones puntuales respecto de las ciencias humanas en términos más generales a la propia conducta. Sugiere, por ejemplo, que la discordancia entre las naciones, ya sean discutidas de forma pacífica o bien como “litigio en el campo de batalla”, son parte íntima del problema del control y de la libertad humana. De esta forma, se vuelca hacia el campo controversial de lo que puede ser totalitarismo o democracia. Su resolución va a increpar el papel del Estado respecto de la pertenencia singular del individuo, apuntando a la posibilidad de crear una sociedad planificada.

No suena descabellado inferir que, entre mayor control, determinismo económico, planeación, es posible redirigir la iniciativa individual, más allá de una propaganda, tanto en los entornos educativos como de la propia lucha ideológica. La predicción, la minimización de la incertidumbre, el entendimiento de la naturaleza humana se basa en la observación continuada. Se sospechará no con cierta ironía, el sesgo amoral de esta práctica.

Un vago sentido de orden emerge de cualquier de la conducta huma. Una conjetura plausible acerca de lo que hará o dirá un amigo en una circunstancia dada es una predicción basada en tal uniformidad. Si no se pudiera descubrir un orden razonable difícilmente podríamos tratar los asuntos humanos de una manera eficaz. Los métodos de la ciencia están ideados para poner en claro estas uniformidades y hacerlas explicitas. (Skinner, 1971, pág. 35)

El autor plantea una serie de observaciones que son motivo de discusión en el plano axiológico, ya que, si bien existieron visiones ancladas en teologías y teleologías de dominación, también considerará que este rechazo de la autoridad tiene por origen el renacimiento del saber, pues según Skinner, ha surgido del momento en que la humanidad se aboco a comprender y estudiar la naturaleza, experimentar en ella. Dialoga con la historicidad de sus fuentes: “En la ciencia, los términos <causa> y <efecto> ya no se utilizan tan ampliamente como en el pasado”. (Skinner, 1971, pág. 40)

La antigua relación causa-efecto, en este contexto, explica que pueden surgir nuevos términos que indican cómo la causa produce su efecto. La disertación del problema de la causalidad cuestiona el ordenamiento poco claro de los hechos y su sucesión.

Skinner tiene la posibilidad de nublar el juicio en las formas subyacentes de racionalidad. Intentar cuestionar el razonamiento desde dentro puede ser mucho más difícil que hacerlo desde fuera de las premisas. Justo por la construcción de un sistema empírico que cuestiona todo marco teórico precedente, basado en el análisis de datos duros de experimentación. Hace un juego heurístico, hermenéutico, epistémico. Sus limitaciones son soberanas, pero en algún punto, los resultados… contundentes. Su conductismo descriptivo es al mismo tiempo un punto de partida de reflexión filosófica, para producir tecnologías del comportamiento es necesario modelar el ambiente, controlarlo, acertar en el entorno.

 La vida nos demuestra que no podemos planificar ni planear en detalle último ninguna respuesta. Al replicar condiciones idénticas, no necesariamente se produce una conducta predecible. Esto es porque la inmensa variabilidad del ser humano (sí, su autodeterminación y libertad) se fragua de nuestras manos. En cierto punto, la mecánica de reproductibilidad de la acción condicionada es una fantasía. Una muy bella para el trabajo totalitarista del Estado en la represión social. Pero veamos ¿funciona? “La autodeterminación no se deduce de la complejidad. La dificultad en calcular la órbita de una mosca no prueba el azar, aunque pueda no probar nada.” (Skinner, 1971, pág. 38)

Skinner en su contexto y aún en el nuestro nos da esperanzas de perfeccionismo. Es cruel, se le acusó de someter a sus propios hijos a las pruebas de laboratorio que determinó en animales. El conocimiento tiene su precio y él lo costeó por vida a cuenta.

«Heir Conditioner» heredero y aire acondicionado. La intención de Skinner con algunos experimentos con bebés (los propios) nos llevan a percibir el problema liminal de la crianza. Las tecnologías que usamos para evitarlas o facilitarlas. Él pensaba que al controlar el entorno, era posible incidir positivamente en el desarrollo del niño, evitando el difícil trabajo de cambiar sábanas, controlar la temperatura, reducir la irritación, lavar mucho o ¡qué va! dar un abrazo a un crío cuando llora. Este ambiente escéptico de una cuna de aire fue popularizado y vendido al por mayor. Pero también se discute que su propia hija, quién se suicidara más tarde, fue parte del experimento de la famosísima Caja de Skinner, demostrando que para la ciencia no hay mayor costo que beneficio.

Un acto concreto nunca puede predecirse partiendo de la constitución física; pero diferentes tipos de personalidad implican la predisposición a comportarse de una manera distinta, de forma que se supone que los actos concretos se verán afectados por ello. Este error es parecido al que cometemos cuando encontramos a alguien que físicamente se parece a un conocido nuestro, y esperamos que se comporte también como él. (Skinner, 1971, pág. 42)

            Podría agregar, adicionalmente al papel que desempeña el análisis de la conducta humana que, no dejo de sentir que Skinner es un sujeto que, por fuera de toda moral y con riesgo a ser reprendida o aniquilada en mi declaración, me agrada. ¿Quién no desearía ir más allá de lo que hizo Dios?

 

 

Skinner, B. F. (1971). Ciencia y conducta humana: una psicología científica. (M. J. Gallofré, Trad.) Barcelona: Fontaella.