martes, 26 de julio de 2022

La Teoría del Estado en Bourdieu

 


En la sociología moderna el Estado ha sido definido de forma funcional, mientras que en el pensamiento de Pierre Bourdieu (1930-2002) éste se analiza desde el modelo del constructivismo y estructuralismo. Deudor de fuentes variadas en diferentes campos, su reflexividad puede inscribirse en términos tanto epistémicos como sociológicos, antropológicos, políticos, económicos y artísticos. Su trabajo estuvo influido por los tres H dominantes de la filosofía y los maestros de la sospecha: Hegel, Husserl y Heidegger; Marx, Nietzsche y Freud; pero también por distintos derroteros del colegio de Francia y el impacto decisivo en Argelia por las brutales políticas de pacificación.

De la misma manera que Durkheim, nos dice Loyal (2017), Bourdieu comparte la fe ilustrada en el potencial transformador intelectual y la visión evolutiva revolucionaria de la sociedad, y algunas imposturas respecto del socialismo republicano. Es posible entender el trabajo de Bourdieu en términos del marco de estudios Heideggeriano, mismo que implica el producto de una superposición entre dos campos semiautónomos relacionados: el campo intelectual y el campo político a lo que se añade el valor del intelectual en la confianza gramsciana. "…the belief in a future socialist society based on the scientific and rational prognosis of its counterpart sociology, with its statistical and comparative findings, and that society required a powerful and active state albeit transformed from the current type”. (Loyal, 2017, pág. 9)

El trabajo de Bourdieu puede ser útil para entender el orden social en cosmovisiones éticas, producción social y política ya que su discusión acerca del poder nos permite entender cómo los campos sociales originales son estructurados y conformados en los márgenes de legitimidad en el Estado. Desde el desarrollo de sus conceptos: habitus, illusios, y la aplicación múltiple de los campos (extraídos de la semántica) se han podido hacer aplicaciones prácticamente ilimitadas para dar sustento a realidades sociales en las que se suceden esferas artísticas, culturales, científicas, de producción comunicacional, pero quizás muchas de sus sendas se encuentran abierto al encuentro interpretativo.

Habitus, campo y capital son los conceptos fundamentales para el entendimiento de la dinámica social. De sus consecuencias se pueden extraer algunas premisas en torno a las formas de proceder del Estado, debido a que Bourdieu nunca presentó una teoría unificada en torno a éste, sino más bien ideas recursivas, se pueden interrelacionar diferentes conclusiones extraídas también de sus conceptos respecto de los órdenes simbólicos: de capital, violencia y poder. Según esto, las categorías y estructuras sociales naturalizan el mundo social como el efecto político además de que determinan la clase como hecho central de las sociedades modernas.

            Bourdieu dio muchas respuestas a los sociólogos fundamentales, a Weber el trabajo de las artes como la réplica las instituciones coercitivas que detentan el poder del Estado para monopolizar, legitimizar e instaurar la violencia, tanto simbólica como física. También utilizó efectos teóricos o consecuencias metodológicas de diferentes autores: Wittgestein, Ponty, Sartre, Marx, Husserl, Althusser, Bachelard, Weber, y muchos más.

            La disgregación social, psicológica, política y económica de la colonización europea en Argelia amplió su discusión sobre la interpenetración de la cultura europea desde una antropología filosófica. La percepción de sí mismos, como pueblos dominados regidos por tensiones y contradicciones a la estatalidad que construyen estereotipos sociales, también esencializa, normaliza e interpreta el comportamiento desde posiciones de prestigio y poder, este proceso da lugar a la forma de violencia simbólica.

            Las representaciones colectivas y la autoidentificación primaria de los agentes se clasifican desde categorías que convienen a los dominadores, desde un proceso de dominación bilateral, dialéctico y dicotómico complejo. “Bourdieu notes that discrimination, domination and widening inequality generated by colonial policy had led to a sense of resignation and fatalism amongst the Algerians, but it also resulted in resentment and revolt. Cultural interpenetration made social reflexivity possible.” (Loyal, 2017, pág. 19)

            Los cambios de paradigma social posibilitan la evaluación intersticial entre formas culturales tradicionales. Para Bourdieu el capitalismo y urbanismo pueden erosionar hábitos de vida, el ethos autonómico de las culturas, en términos sociales, psicológicos y morales. Los procesos objetivos respecto de los subjetivos son mediados y percibidos desde el choque civilizatorio, utilizando tanto el esquema interpretativo de la fenomenología como el análisis del hecho social, considerando que, en efecto: “…processes that are experienced and perceived as personal failings, as actually a consequence of broader social phenomena”. (Ibidem)

El concepto de habitus fue originalmente elaborado desde la fenomenología corporal de Merleau Ponty y el concepto aristotélico "hexis" al analizar los bailes campesinos argelios, conferido a una unidad sintética desde donde las técnicas del cuerpo constituyen sistemas, ligados sobre todo a un contexto cultural que no satisface demandas temporales.

En el ingreso a la educación se adoptan juegos de reglas incrustados en formas de vida, de la misma forma que se median procesos objetivos y expectativas subjetivas, la cultura, temporalidad, categorización y autopercepción.  La reproducción social, en la base de la educación formal, preserva la desigualdad. La elite es la que puede acceder a servicios educativos de calidad, por ello, su capital cultural es reproductor, modelador de maneras, modos de ser, conocer y sentir de las clases dominantes; predisponiendo el acceso a educación superior; enmascarando una ideología que segrega y sustenta su estructura en base a la violencia simbólica: “…the dominated is structured according to the values and word-view of the dominant social groups, and secondly that those from the lower classes participate in their own domination, fostering the reproduction of social inequality.” (Loyal, 2017, pág. 23)

Habitus son las disposiciones semiconscientes de los agentes sociales que los inclinan a actuar de forma determinada, pero no son restrictivas, se considerarán duraderas, transponibles o ajustables a diferentes situaciones, que generan y organizan prácticas, las reconocidas como “estructuras estructurantes”. Las bases del habitus están sedimentadas desde la infancia y predisponen la actuación futura, ya que se encuentran internalizadas.

…the habitus is a product of objective conditions and likely to undergo a hysteresis effect when it finds itself in an environment radically different from which it emerged. This can lead to dislocation but also to social conflict, as between different generations raised in different objective conditions, who possess different definitions of what is possible, impossible or probable. (Loyal, 2017, pág. 25)

El habitus es entendido respecto de lo que el autor denomina campo social, una red o patrón, la estructura que configura relaciones sociales objetivas, muy ligado a la lógica del interaccionismo simbólico, se perciben dominación, subordinación, homología, como posiciones en que confluyen los campos. De esta manera, se podría entender la esfera política, científica, religiosa, cultural, ligada a campos que dan forma y transforman la capacidad de agencia de los individuos que se determinan por éstos. Para el autor, los fenómenos sociales radican en las relaciones de sus campos, como producto y consecuencia de axiomas con propiedades universalizables. Los campos, nos dice Loyal (2017), pueden cambiar y desarrollarse dentro del contexto de las luchas históricas, además de poder institucionalizarse y reproducirse a sí mismos.

 También resulta interesante la reapropiación que el autor realiza de la validez de la ciencia respecto de verdades ontológicas, desde un punto de vista fenomenológico que recuerda La poética del instante el autor demerita el valor de la coherencia hipotética implícita en las ciencias. En efecto, por su valor epistemológico, la ciencia se yergue en base a la contrastación de modelos teóricos que dan coherencia a conceptos de corte ordinario respecto de su aparición fenoménica. Con esto, el campo de la ciencia puede desafiar otros que rigen absolutismos, presentar cierta autonomía, pero que al final requisita de un poder simbólico que regresa al monopolio de las narrativas que configura y articula el Estado, como mediador de las producciones que atraviesa su capacidad de comunicabilidad institucional. La realidad social instruye un orden gnoseológico.

El Estado integra lógica y moralmente el mundo social, a través del consenso y disenso también posibilita las reglas de excepción y permanencia del conflicto social; en adhesión al orden social, organiza sus principios y confiere su intelección al lenguaje, al ámbito de la comunicación. La comunicación y el significado son relaciones de poder que dependen del poder o material simbólico de los agentes, por lo tanto, su función política se cumple en tanto preservan que la clase dominante preserve su estatus por medio de la violencia simbólica contribuyendo a la domesticación del dominado. Esta forma de poder moviliza de forma equivalente a otras formas de violencia perceptibles.  

Desde sus embates a problemáticas de tradiciones políticas, se percibe en la adscripción de estatalidad que Bourdieu realiza la necesidad de articular el impacto de la lógica estatal autónoma. Quizás de manera análoga a Marx, se alzan abstracciones dispersas sobre la naturaleza u estructura del Estado, tendientes a instrumentalizar una ideología burguesa que sirven para preservar el interés capitalista, donde la agencia contestataria sólo puede darse por medio de la lucha de clases.

Marx coloca la revisión historicista para explicar que el Estado y el individuo como abstracción es un producto moderno y no se sucede de los intereses del mundo feudal, pues la burguesía no ejerce el poder estatal directamente. De las revisiones que Bourdieu hace a Marx se puede extraer que hay un reduccionismo economicista y "funcionalismo pesimista" carente de los mecanismos estructurales reales que conforman los fundamentos del ser y actuar de los actores. Los postmarxistas, en el mismo sentido: “…it always insists on characterizing the state by what it does, and for the people for whom it does what it does.” (Loyal, 2017, pág. 43)

En Weber radica una cosmovisión de orden nacionalista liberal, analizando un estado de secuestro/ladrón, de bienestar, constitucional y patrimonial. Como se mencionó, disiente de la idea que su monopolio radica en la fuerza física, el gobierno y la legitimidad, pero responde a la racionalización occidental que ostenta valor, ideas, orden legal. La burocracia de la razón.  El Estado weberiano refiere a un locus de fuerza física, con naturaleza política, institucional y organizativa que legitima, administra y ordena. Esto conlleva también el dominio sobre la redención espiritual: “The monopolization of spiritual salvation and the role of religion are highly significant in terms of complementing the monopolization of physical force’.” (Loyal, 2017, pág. 49)

Bourdieu coincide en la monopolización de la violencia, que además mantiene formas organizativas de dominación en el escenario de la geopolítica, imperialismo y nacionalismo. Considerará la perspectiva weberiana como fiscalista, porque carece de explicación sobre la aceptación de los dominados, así que sostendrá que ningún poder está desnudo, según Loyal (2017) la fuerza actúa directamente, por constreñimiento físico, pero también a través de la representación que los sujetos, lo que complementa la premisa desde el monopolio de la violencia física y simbólica legítima.

Se señala con cierta curiosidad que Bourdieu se mantiene menos crítico de las posturas de Durkheim, si bien en cierto sentido son las que generan más ambivalencia a las de él. Por un lado, percibe a Durkheim desde la objetivación y todas las técnicas de objetivación debido a que da el carácter de los hechos sociales y hombres como cosas, desde el estado internalizado, lo cual es limitado respecto de la actuación de sujetos.

La articulación de las ideas en torno al Estado de Bourdieu es un vaivén entre réplicas y complementos de otras obras contemporáneas: Charles Tilly, Talcott Parsons, Norbert Elias y Louis Althusser, donde avanza la dimensión simbólica de la dominación estatal cuestionando la lógica económica, ampliando las formas culturales como reguladoras de las subjetividades y cuestiona el papel de la sociología que historia realidades sin dar explicaciones coherentes a la narrativa de la sumisión. El autor enfatizara que, no obstante, el trabajo de Corrigan & Sayer: “Despite his claim to have surmounted many of the antinomies pervading their analysis, there is one respect in which their work surpasses his, and this is their stronger focus on both the class and the gendered.” (Loyal, 2017, pág. 65)

Desde esta revisión de antecedentes es posible plantear cómo surge la concepción de Estado desde el campo de poder burocrático, donde su doble monopolio se extiende por formas de violencia legítima en un territorio y a una población. Como se señalaba desde el inicio de la exposición, capital simbólico, poder simbólico y violencia simbólica, donde la fuerza bruta no es simple, sino persuasiva y capaz de crear reconocimiento dentro del habitus de la colectividad. El autor no puede separar la dimensión simbólica del elemento físico, así como insistir en que las estrategias de dominación se aceptan por una internalización y naturalización de órdenes que obedecen a las estructuras existentes.

La dominación por la fuerza es susceptible a ser depuesta.

Las luchas y los enfrentamientos, las tensiones y los conflictos se explicitan como formas expansivas de las estructuras que operan para dar significado, clasificación y significación a la dominación. Los sistemas simbólicos, de conformidad con la disposición lógica-moral de Durkheim, operan en continuidad con una causa, tiempo, espacio definido para suscitar el consenso. Donde se otorga significación al ethos, con implicaciones respecto del orden social y público, en sus formas de legitimidad o punición, dando obediencia, creencia, aceptación y consenso de los grupos dominados. "The cognitive structures individuals internalise and apply to the social world, which are both descriptive and evaluative, are constituted by the state and operate ‘through belief and the pre-agreement of the body and the mind with the world.” (Loyal, 2017, pág. 70)

Inconscientemente, todos los ciudadanos, reproducimos el orden social.

Ahora bien, si las estructuras del mundo son las que determinan y uniforman la complicidad la existencia de un Estado que es productor y reproductor de estructuras que a la vez se organizan desde su socialización, también sus arbitrariedades resultantes se encuentran respaldadas por una ideología que opera y burocratiza estas prácticas. Sus sistemas simbólicos son legítimos a competencia del Estado en tanto que clasifican y disgregan habitus individuales y colectivos, lo que además es de conveniencia para un modo de producción específico (el del aparato neoliberal).

Reflexionando con cierto margen, me permito conceder una opinión final.

El relato del buen gusto,  alta cultura, buena educación y los ideales aspiracionales a los que nos encontramos sometidos por pertenecer a una sociedad que gusta de instaurar narrativas de competividad, competencia, converge en la carencia de criterio, facultando una performatividad a la comisión de teatralidad del experto, conocedor, docto o letrado, arguyendo el mismo principio de poder simbólico presente en el Estado; conveniente al respeto, a la verdad consensuada, la sumisión a las autoridades que portan títulos sobre la validez de la ciencia y al mismo tiempo (puede) que se inscriban en los mecanismos y márgenes mencionados de violencia simbólica. Espectáculo de lo universal.

 

Loyal, S. (2017). Bourdieu´s Theory of the State. A critical Introduction". USA: Palgrave, Macmillan.




 

 

lunes, 14 de marzo de 2022

Frederic Skinner y Dios

 


Estudié a Skinner en la preparatoria, en la universidad y, ahora, volver a enfrentarme a su lectura me ha reconectado con mi fibra positivista. Aún me genera un apego emotivo-racional en el que me cuesta distanciarme; sus sentencias seducen, por sus observaciones demostrables, pragmáticas, prudentes, redondas: sí que por fuera del silogismo estructural en el que proceden sus argumentaciones, comprendo las críticas y limitaciones del condicionamiento operante, en términos sociales, como base determinista para mejorar la sociedad e incrementar la felicidad humana. Los anarquistas se insultan.

Ramón Bayes, en la introducción a la obra, reconoce las vulnerabilidades en que Skinner ha sido atacado por autores como Hillix; Krawec; Verplanck; McGuigan y Chomsky. Sintetiza que la postura ateórica es inconsecuente, contradictoria, parcial. La extrapolación de las bases del condicionamiento es peligrosa; ciencia y conducta humana, son sólo sugerencias; su inducción no contiene una muestra representativa estadísticamente; la dimensión en que se entiende el organismo replica resultados en el caso de consecuente compatibilidad; la aplicación del condicionamiento operante a la conducta verbal es limitada. Y, en general, se habla de un reduccionismo de la complejidad humana. Sí, cierto.

Al mismo tiempo, el comentarista Bayes (1971) ha sintetizado en cuatro puntos los planteamientos más generales de la propuesta skinnereana: enfoque ateórico y puramente descriptivo. La primera representa la discriminación entre condicionamiento operante y respondiente, reducido este último a una parte mínima de la conducta total del organismo. Consideración que las leyes generales del aprendizaje son las mismas para cualquier organismo, sea cual su especie y la desconfianza frente a las técnicas estadísticas.

Podemos imaginar que la tensión que produce una teoría construida en enfoque ateórico tiene, por principio, complicaciones estructurales. Pero el gran acierto de la época (imaginándolo en su contexto) y gran fracaso en las ciencias sociales posteriores, son las intenciones más soberbias que la de un Dios que nos ha dejado el libre albedrío, de lo que, en palabras del autor: “Nos proponemos predecir y controlar la conducta del organismo individual.” (Skinner, 1971, pág. 50) El problema de tal predestinación es que, hasta cierto punto, pudo ser correcta (claro está, replicando resultados en un modelo controlado).

El conductismo sugiere un adiestramiento para actuar conforme a fines. El planteamiento no deja de dar obvios resultados respecto de la maquinaria social. Entiendo. Sin embargo, desde la forma en que configura la argumentación parece difícil de refutar. El material que se dispone a analizar en una ciencia de la conducta procede de varias fuentes: observaciones casuales, observación de campo controlada, observación clínica, estudios de laboratorio de la conducta humana, análisis de datos y, mucha experimentación.

El condicionamiento de Skinner sigue en apuesta en las instituciones educativas. Siguiendo el experimento de Pavlov, se ha radicalizado el programa de refuerzo a partir de la consecución de estímulos persistentes. Las escuelas tradicionales apuestan por el servilismo, la sumisión y el control que ofrecen los modelos de respuesta. Si bien, en años recientes se denunció la crueldad implícita, la falta de apertura a la reflexión, creación, imaginación, diálogo, ciertamente operamos de manera de consecución de fines, ya que predice y articula útiles resultados para el sistema. En otro panorama, el conductismo también se implica en entrenamiento militar, retrasados mentales o la vida laboral. “La suposición de que la conducta es un dato científico sometido a leyes encuentra a veces otra objeción. La ciencia está interesada en lo general, pero la conducta del individuo es necesariamente única.” (Skinner, 1971, pág. 37)

¿Puede sernos de alguna ayuda la ciencia? Es la primera pregunta con la que Skinner comienza la disertación. En términos generales, apuesta a razonar con un discurso muy consistente qué es, para qué sirve, cómo opera, qué describe e incluso, acusa algunas de sus pretensiones en tanto que no intenta perseguir fines más altos. “La ciencia es algo más que una mera descripción de los acontecimientos tal como ocurren. Es un intento de descubrir un orden, de mostrar que algunos hechos tienen unas relaciones válidas con otros”. (Skinner, 1971, pág. 26)

La ciencia es ante todo un conjunto de actitudes. Es una disposición para tratar con los hechos más que con lo que alguien ha dicho sobre ellos. (…) La ciencia rechaza incluso sus propias autoridades cuando éstas interfieren la observación de la naturaleza. La ciencia es una disposición para aceptar los hechos aun cuando éstos se opongan a los deseos. (Skinner, 1971, pág. 32)

La ciencia, en términos del autor, proporciona su propia sabiduría. Podríamos disentir en nuestro derecho, de la clase de ciencia o sabiduría que se ha gestado en una racionalidad blanca, dominada, dominadora, colonial, pero no deja de parecer cierto. Esta búsqueda de objetividad, de exhorto al orden, discrepar de las conformaciones del mundo, no deja de tener un tamiz tentador, más aún por la coherencia en la que somete a afirmar la réplica de resultados respecto del ser humano, en su compleja naturaleza.

Skinner demuestra que tiene la capacidad de crear experimentos, técnicas, modelos e incluso tecnologías afines a la manipulación mental. Si bien el autor considera que en la conducta humana existen de fuerzas coercitivas preferimos ignorar, también nos seduce desde la operabilidad, la fuente práctica y pragmática en la que (no sé si a todos) nos gustaría estimar que somos capaces de modelar el hábito individual.

El autor dialoga con Freud, pues comprende bien que en la base de la entidad individual también está lo que se modela de la experiencia desde la infancia. Puede que el autor perciba que la conducta humana puede ser espontánea y responsable; pero plantea con mucha más objetividad que la autonomía interior no es completa ya que el individuo no siempre ha de ser considerado responsable.

La aplicación de la ciencia a la conducta humana no es tan simple como parece. La mayoría de los que la defienden buscan solamente <los hechos>, y para ellos la ciencia es poco más que una observación cuidadosa. Quieren evaluar la conducta humana tal como es, más que cómo parece ser a través de la ignorancia y los prejuicios, y luego tomar decisiones eficaces que conduzcan rápidamente a un mundo más feliz. (Skinner, 1971, pág. 26)

Skinner realiza muchas observaciones puntuales respecto de las ciencias humanas en términos más generales a la propia conducta. Sugiere, por ejemplo, que la discordancia entre las naciones, ya sean discutidas de forma pacífica o bien como “litigio en el campo de batalla”, son parte íntima del problema del control y de la libertad humana. De esta forma, se vuelca hacia el campo controversial de lo que puede ser totalitarismo o democracia. Su resolución va a increpar el papel del Estado respecto de la pertenencia singular del individuo, apuntando a la posibilidad de crear una sociedad planificada.

No suena descabellado inferir que, entre mayor control, determinismo económico, planeación, es posible redirigir la iniciativa individual, más allá de una propaganda, tanto en los entornos educativos como de la propia lucha ideológica. La predicción, la minimización de la incertidumbre, el entendimiento de la naturaleza humana se basa en la observación continuada. Se sospechará no con cierta ironía, el sesgo amoral de esta práctica.

Un vago sentido de orden emerge de cualquier de la conducta huma. Una conjetura plausible acerca de lo que hará o dirá un amigo en una circunstancia dada es una predicción basada en tal uniformidad. Si no se pudiera descubrir un orden razonable difícilmente podríamos tratar los asuntos humanos de una manera eficaz. Los métodos de la ciencia están ideados para poner en claro estas uniformidades y hacerlas explicitas. (Skinner, 1971, pág. 35)

El autor plantea una serie de observaciones que son motivo de discusión en el plano axiológico, ya que, si bien existieron visiones ancladas en teologías y teleologías de dominación, también considerará que este rechazo de la autoridad tiene por origen el renacimiento del saber, pues según Skinner, ha surgido del momento en que la humanidad se aboco a comprender y estudiar la naturaleza, experimentar en ella. Dialoga con la historicidad de sus fuentes: “En la ciencia, los términos <causa> y <efecto> ya no se utilizan tan ampliamente como en el pasado”. (Skinner, 1971, pág. 40)

La antigua relación causa-efecto, en este contexto, explica que pueden surgir nuevos términos que indican cómo la causa produce su efecto. La disertación del problema de la causalidad cuestiona el ordenamiento poco claro de los hechos y su sucesión.

Skinner tiene la posibilidad de nublar el juicio en las formas subyacentes de racionalidad. Intentar cuestionar el razonamiento desde dentro puede ser mucho más difícil que hacerlo desde fuera de las premisas. Justo por la construcción de un sistema empírico que cuestiona todo marco teórico precedente, basado en el análisis de datos duros de experimentación. Hace un juego heurístico, hermenéutico, epistémico. Sus limitaciones son soberanas, pero en algún punto, los resultados… contundentes. Su conductismo descriptivo es al mismo tiempo un punto de partida de reflexión filosófica, para producir tecnologías del comportamiento es necesario modelar el ambiente, controlarlo, acertar en el entorno.

 La vida nos demuestra que no podemos planificar ni planear en detalle último ninguna respuesta. Al replicar condiciones idénticas, no necesariamente se produce una conducta predecible. Esto es porque la inmensa variabilidad del ser humano (sí, su autodeterminación y libertad) se fragua de nuestras manos. En cierto punto, la mecánica de reproductibilidad de la acción condicionada es una fantasía. Una muy bella para el trabajo totalitarista del Estado en la represión social. Pero veamos ¿funciona? “La autodeterminación no se deduce de la complejidad. La dificultad en calcular la órbita de una mosca no prueba el azar, aunque pueda no probar nada.” (Skinner, 1971, pág. 38)

Skinner en su contexto y aún en el nuestro nos da esperanzas de perfeccionismo. Es cruel, se le acusó de someter a sus propios hijos a las pruebas de laboratorio que determinó en animales. El conocimiento tiene su precio y él lo costeó por vida a cuenta.

«Heir Conditioner» heredero y aire acondicionado. La intención de Skinner con algunos experimentos con bebés (los propios) nos llevan a percibir el problema liminal de la crianza. Las tecnologías que usamos para evitarlas o facilitarlas. Él pensaba que al controlar el entorno, era posible incidir positivamente en el desarrollo del niño, evitando el difícil trabajo de cambiar sábanas, controlar la temperatura, reducir la irritación, lavar mucho o ¡qué va! dar un abrazo a un crío cuando llora. Este ambiente escéptico de una cuna de aire fue popularizado y vendido al por mayor. Pero también se discute que su propia hija, quién se suicidara más tarde, fue parte del experimento de la famosísima Caja de Skinner, demostrando que para la ciencia no hay mayor costo que beneficio.

Un acto concreto nunca puede predecirse partiendo de la constitución física; pero diferentes tipos de personalidad implican la predisposición a comportarse de una manera distinta, de forma que se supone que los actos concretos se verán afectados por ello. Este error es parecido al que cometemos cuando encontramos a alguien que físicamente se parece a un conocido nuestro, y esperamos que se comporte también como él. (Skinner, 1971, pág. 42)

            Podría agregar, adicionalmente al papel que desempeña el análisis de la conducta humana que, no dejo de sentir que Skinner es un sujeto que, por fuera de toda moral y con riesgo a ser reprendida o aniquilada en mi declaración, me agrada. ¿Quién no desearía ir más allá de lo que hizo Dios?

 

 

Skinner, B. F. (1971). Ciencia y conducta humana: una psicología científica. (M. J. Gallofré, Trad.) Barcelona: Fontaella.