lunes, 29 de abril de 2024

Origen y mitología de la Danza


Desde los primeros momentos del baile se relacionó con Grecia desde la religión, es decir, con el culto a los dioses y con la representación de los mitos. El propio Olimpo se anima con cánticos, músicas y danzas.

El historiado Struve, citando a Homero, comenta que fue en Creta donde los dioses enseñaron la danza a los mortales[1]. Los cretenses suponen una excepción en todo el período que va del Paleolítico hasta el comienzo del clasicismo griego; la diferencia radica, en parte, en el papel relativamente subordinado que la religión y el culto desempeñaban en la vida pública. Al depender mucho menos de los cánones religiosos, la fantasía creada podía manifestarse con mayor libertad que en Egipto o Mesopotamia.

Creta, según reflexiona el autor, muestra un cuadro lleno de vida colorista y alegre y el arte expresa alegría de vivir, buena vida y el lujo de los autócratas y pequeña aristocracia. No construyeron grandiosos templos ni estatuas colosales, sino grandes palacios (Knosos, Festos) y fastuosas mansiones. (Ver anexo 6)

El arte representativo era para adornar viviendas y objetos de uso doméstico, representaban escenas de la vida cotidiana y ceremonias del culto, que dan cuenta de la importancia de la Danza y los bailes en su tiempo. Si bien, muchos de los bailes fueron importados de Egipto y de Asia, luego la gente griega reformó con un nuevo espíritu, llegando a adquirir el baile una gran importancia en toda la península helénica y en los cercanos archipiélagos, así como en Creta, distinguiéndose por la vivacidad.

Si bien se reconoce que en el mundo oriental hay Danza porque llegó a una especialización significativa, debido a la pertinencia de la investigación sólo se anexarán herramientas comprensivas de la directa adecuación en el panteón Griego de ciertas deidades, que pudieron adecuarse en las festividades de Grecia, ya que en estos escenarios las expresiones artísticas alcanzaron a desligarse de otras prácticas de la vida diaria.

En la vida cotidiana abundaban así mismo los bailes y en diferentes momentos de la vida de los ciudadanos y campesinos interviene la danza: danzas de nacimiento; danza del paso de efebo a ciudadano; danzas nupciales (en dos tiempos, la noche nupcial y la mañana siguiente); danzas de banquete (bailarinas profesionales que bailaban muy provocadoramente y corrían un gran riesgo debido a los grandes saltos que realizaban) y danzas funerarias.

siguiendo con Struve, . La danza, aunque su legado nos ha sido trasmitido indirectamente a través de textos y pinturas o relieves, tuvo también una considerable importancia, ya que se baila ha en ritos religiosos (panhelénicos o locales), ceremonias cívicas, fiestas, vida cotidiana, educación de los niños, etc. Era considerado un don divino y una forma de comunicarse con los dioses y y es en el mito del nacimiento de Zeus donde muchos escrito res situaron sus comienzos: Cronos, amenazado por su madre Gea, se comía los hijos que le daba Rea a medida que nacían. Cuando Rea fue a dar a luz su sexto vástago se escondió en una caverna y tomando una piedra la envolvió en pañales y la entregó a Cronos como si fuera su hijo y él no notó el engaño.

El pequeño Zeus creció en Creta confiado a la custodia de la ninfa Amaltea y de dos jóvenes guerreros armados de lanza y escudo, llamados los Curetas, que danzaban sin descanso un baile guerrero en tomo la gruta haciendo el mayor ruido posible, entrechocando armas y lanzando gritos de guerra con la finalidad de que los vagidos del niño no fuesen advertidos por Cronos. Probablemente el mito surgió del rito de la danza guerrera en donde los bailarines imitaban la actividad atribuida en la montaña y en el cielo a los demonios de la tempestad.

Como un caso del origen mitológico de algunos bailes está la historia de Theseo que mató al minotauro en el laberinto de Knossos. de origen mitológico de algunos bailes, se encuentra la historia de Teseo, que mató al minotauro en el laberinto de Knossos. En su regreso a Atenas, Teseo se detuvo en Delos para ofrecer un sacrificio a los dioses por haberlo salvado, durante este sacrificio, elaboró un baile con movimientos de serpiente que representaba su camino tortuoso a través del laberinto donde tuvo lugar la pelea con el minotauro. Este es el baile del laberinto o Geranos, como es conocido en los textos antiguos, actualmente es bailado en varias regiones de Grecia

Cuando regresó a Atenas, Teseo se detuvo en Delos para hacer un sacrificio a los dioses por haberlo salvado, mientras duraba el sacrificio inventó una especie de baile que imitaba los movimientos de las serpientes lo que representaba el camino escabroso que había tenido que recorrer en el laberinto en su lucha con el minotauro. Se conoce como el baile del laberinto o Geranos como lo llamaban en los textos antiguos, en la actualidad es bailado en muchas regiones de Grecia.

El baile de los coribantes inventado por los curetos o coribantes, ministros de la religión bajo los primeros titanes, lo ejecutaban al son de tambores, de pífanos, zampoñas y al tumultuoso estrépito de los cascabeles, lanzas, espadas y escudos. La fábula dice que con el ruido de dicho baile salvaron al pequeño Júpiter, cuya educación les había sido confiada. Las danzas o bailes campestres, que se dice fueron inventados por el dios Pan, se ejecutaban en los bosques y parajes deliciosos por jóvenes de ambos sexos coronados de ramos de encina y guirnaldas de flores.

La Danza también era considerada por los griegos de origen divino, y conformaba una especie de lenguaje utilizado para expresar sus emociones y sentimientos más profundos, el cual no ponía acento en la perfección de la interpretación sino en la fuerza de la caracterización. Al igual que la música, la danza estaba presente en los momentos más significativos de la vida de los griegos; acompañaba los banquetes, matrimonios y funerales.

La  indisoluble unión de canto y danza, comprobamos que estrofa recibe su nombre del hecho de que el coro que cantaba los versos daba la vuelta en torno al ara y su giro se correspondía con el fragmento de versos al que denominamos estrofa. Sin embargo, el concepto de danza en la cultura que nos ocupa, al igual que la idea de mousiké, está colmado de mayor contenido. Para los griegos, danza era toda secuencia de movimiento rítmico: orkhémai, derivado de érkhomai, noción de repetición, de articulación en el tiempo y el ritmo. [2]

El trabajo de reconstrucción de la danza en la coreografía se ha rastreado en fuentes escritas que se refieren a la danza (Platón, Aristóteles, Luciano) y fuentes arqueológicas, antropológicas y etnográficas en la cerámica griega (véase Anexo 5)  Julio Gómez Santacruz, en una conferencia titulada “La Danza en el Teatro Grecolatino”, señala una serie de conceptos phora, schema y deixis, como una esquemática guía de los movimientos básicos en la danza griega. Phora aludiría al movimiento, ya sea de partes del cuerpo o de su desplazamiento total. Schemata estaría en relación con el conjunto de posturas que culminan los movimientos y deixis sería la manifestación de las emociones contenidas en los movimientos y gestos.

Las pinturas de la cerámica griega se pueden considerar la representación plástica más fi able en un principio en cuanto a las escenas de danza que representa. Nos podemos hacer una idea respecto a la vestimenta y organología, pero el espacio limitado a la hora de plasmar una escena, las cuestiones bidimensionales y el desconocimiento de la perspectiva e incluso la concepción idealizada del arte griego, nos pueden aproximar pero no esclarecer las ideas acerca de cómo sería la danza en realidad.[3]

Las fuentes rastrean influencias de la danza en la cultura mediterránea, ibérica y de Oriente. Este carácter heredado de la Danza probablemente tenga su consecuencia en el carácter colectivo de la lírica, de la misma forma que un danzante con un papel más importante, representando a un dios por ejemplo, puede ser el embrión del teatro, como Aristóteles sugiere en el paso de la tragedia al ditirambo y de la comedia a los himnos fálicos


[1] STRUVE, V .V .: Historia de la Antigua Grecia, Madrid 1979.

[2]F. R. Adrados, “Orígenes de la Lírica Griega”, Editorial Coloquio, Madrid, 1986

[3] J. G. Santacruz, La danza en el teatro grecolatino, XLVII Festival de Teatro Clásico de Mérida. Ciclo de conferencias. 51

 

domingo, 28 de abril de 2024

La danza en sentido clásico (desambiguación)

 

El sustento de la danza lo constituye la noción de ritmo y su finalidad será la mímesis como fusión del individuo en el universo colectivo para, a través de la imitación, hacer renacer cíclicamente una acción anterior de carácter cultual o de carácter social.

La danza, en el sentido aristotélico, ejerce una acción, desarrolla una fuerza que influye sobre las divinidades regidoras del devenir de la naturaleza. Este estadio comunitario inicial ha de recurrir a un sistema de ordenación de la colectividad, siendo la procesión o pompai.[1]

La mímesis, la capacidad imitativa, y la expresión del carácter suceden en una relación especular entre la música y los gestos del bailarín, aunque esto ha ido derivando hacia una mayor abstracción. En sus inicios, la mímesis constituye el elemento primordial de la danza. La Grecia antigua articulaba la danza y baile en distintos sentidos: imitativos, etológicos, sagrados y rituales. En el espectáculo dramático, con una organización más clara, participaba la expresión etológica mimética.

Si en un principio el gesto es desordenado y posee un aspecto epiléptico que manifiesta una descarga emocional del individuo, con el tiempo, la codificación a partir de la repetición de estos trances dará lugar a una progresiva estilización del gesto que ahora puede ser comunicado al coro. Estos gestos imitan en su origen el momento del trabajo, del sexo, donde el individuo humano adquiere una nueva personalidad que en ocasiones requiere el uso de máscara, y todo ello con el fi n de conseguir ese espacio mágico donde lo imitado se convierte en real [2]

Para los griegos, danza era toda secuencia de movimiento rítmico: orkhémai, “danzar”, es derivado de la noción de repetición, de articulación en el tiempo, esto es, el ritmo. La divinidad es invocada en principio de forma caótica, mediante gritos y movimientos espasmódicos, pronto codificados y organizados en danzas. La mímesis encuentra su justificación en la concepción cíclica del tiempo: “…el hombre se sumerge en el universo colectivo para hacer renacer un tiempo anterior volviendo a realizar la misma acción”.

 

 

 

 

 

 



[1] F. R. Adrados, “Orígenes de la Lírica Griega”, Editorial Coloquio, Madrid, 1986

[2] Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P. 46

viernes, 26 de abril de 2024

La Danza en la Grecia Clásica (Parte VI)

 

DANZANDO POR LA LIBERTAD (Aspecto Artístico)

En los siglos V y IV a.C., la cultura y el arte lograron su máxima expresión. En arquitectura predominaron las obras de carácter religioso, como fueron los santuarios y los templos. Las construcciones más importantes de este período fueron el templo de Zeus de Olimpia, el templo de Apolo de Delfos y la Acrópolis. Durante la Edad Clásica en todo Grecia existieron al rededor de 200 expresiones dancísticas de carácter religioso, atlético, dramático y popular que eran ejecutadas en el teatro, estadio, banquetes y templos.[1]

En el presente apartado se retoma una noción muy general, quizá algo laxa, de las principales ideas éticas que se imprimen en la valoración estética. Se pretende comprender la noción axiológica en forma global y no por ello sugerir que la sustancialidad de la relación ética- estética es inequívoca o última. El principal conflicto de establecer una axiología se halla en la diversidad enriquecida de escuelas cuyas reflexiones pueden estar sucintas en la apreciación de la danza y el baile.

La Danza disciplinada, según me atreveré a explicar en lo sucesivo, toda constitución bien articulada dentro del Estado, tiene legitimidad por sí y representa una manera específica de concretar la vida política, es necesario aceptarla “naturalmente” e incluso como despliegue de la naturaleza del ciudadano. Pero como una actividad del Telos en el desarrollo del individuo, también se implica como un modelo de expansión de las artes cotidianas como poiesis.

El poiein aristotélico es poesía, pero al igual también que el arte en sentido tradicional esa poesía es mucho más que el restringido concepto moderno de poesía literaria. La poesía del poiein es el acto específico del hombre y en tanto que tal, toda actividad que introduzca orden y sentido en la realidad es poesía. La poética se integraba al conjunto de las actividades del hombre.[2] Eso era así por cuanto que ninguna acción era considerada como aislada o autónoma, sino por el contrario comprendida en la red total de correspondencias simbólicas.

En efecto, la Danza como el resto de las actividades de contemplación de la belleza, tiene una significación trascendental y supraindividual. Desde la perspectiva tradicional es arte todo aquello que se presenta en despliegue y posibilidad del modo de ser metafísicamente hablando; y sólo en la medida en que el hombre da sentido y se auto-determina hace arte.

La Danza disciplinada está vinculada integralmente: no sólo con el modelo de un ideal que se registra en el canon estético de los pasos, también con el conocimiento, con la participación de la ciudadanía, de la belleza. En la dicotomía de restricción en adiestramiento corporal y pertenencia asumir leyes, la danza no sólo otorga gracia, pues da virtud al ciudadano.

Nomos es ley, la ley de la ciudad, como sentido restringido, político o jurídico, y a la vez sentido universal, metafísico, lo cual significa que las estructuras ontológicas se acoarticularla con el cumplimiento a las estructuras de la ciudad[3]. Es factible que un ordenamiento y regulación del instrumento genere asimismo una serie de temas melódicos predeterminados. Aristóteles, en “Los problemas musicales” también se plantea la cuestión de los nomoi, y argumenta que las leyes, antes de que existiera la escritura, se cantaban con el fi n de no olvidarlas. De ahí que las melodías pasen a usar el nombre de nomoi.

Así concebidos, los nomoi serían estructuras melódicas definidas, basadas en el tetracordo- sucesión de cuatro notas descendentes- cada uno con un ethos o carácter específi co, una función ritual determinada o un lugar concreto de procedencia, y una fuerza mágica recogida por la tradición. No obstante la existencia de fórmulas melódicas es recurrente en las manifestaciones musicales que estaban imbricadas íntimamente en la danza.

 El nomos pierde su esencia de inmutabilidad, de permanencia, para ceder el testigo a la harmonía[4]. Harmonía es pacto, convención. En principio hace alusión a la “afinación del instrumento”, al trasladar las posibilidades melódicas del nomo  a la disposición de los intervalos en el interior de la escala. Pero harmonía es un concepto mucho más amplio que también se ocupa de la altura determinada de los sonidos (tonoi), el conjunto de caracteres que individualizan el discurso musical. Las harmoniai estaban relacionadas con las tradiciones musicales regionales con adjetivos como eólica, dórica, lidia, frigia, dórica.

El ritmo en la música griega depende de la prosodia de los versos griegos. La estructura métrica está determinada por la sucesión de sílabas largas y breves según un orden preestablecido, lo que implica la alternancia de valores fuertes y débiles que imprimen un ritmo al verso. Los compositores trataron con mucha más libertad la duración de los elementos métricos, prolongando a veces hasta cinco tiempos la duración de la sílaba larga como consecuencia del carácter mimético que adquiere la “nueva música”[5]

Existe una fuerte conciencia de comunidad que se manifiesta en la preferencia por el canto coral. El hombre se dirige al dios mediante el sacrificio y la oración, ya sea cantada o recitada. Esta oración puede tener una fuerza mágica que actúa a modo de encantamiento, como es el caso del “himno de los curetes”, las jóvenes divinidades que, según el mito, alimentaron a Dioniso niño, en la consideración de que sus grandes saltos durante la danza estimulaban mágicamente el crecimiento de las cosechas. Los agones entre dos coros opuestos -ya sea mujeres-hombres, ancianos-niños- representan la lucha entre fuerzas contrarias, quizás también con el objetivo de estimular la fecundidad de la naturaleza.

Rhytmos, derivado de la raíz reu- designa en el mundo griego la repetición de un movimiento de procedencia natural, como puede ser el flujo intermitente de las aguas. Arithmós a su vez hace referencia al número, de ahí la palabra “aritmética”, en este caso partiendo del uso de la raíz ar- parece que están contenidos dos momentos antitéticos: el desmembramiento en piezas y la construcción en piezas[6]

El ritmo es articulado y desmembrado en pies métricos para reconstruirse en una estructura ordenada. Este orden se convierte en movimiento conferido a la danza, impulsado a través del sonido y representado por la palabra: articula la armonía. En el canto coral, por otro lado, es donde se desarrolla la mayor complejidad rítmica, el acompañamiento instrumental y la danza.

¿En qué sentido la comprensión del canon y la estructura fingirán en la libertad creativa? Por paradójico que pueda resultar, según lo expuesto hasta aquí, sólo a través del orden específico de las cualidades del individuo, se puede generar una ciudadanía. El individuo necesitaría un pleno desarrollo de sensibilidad pero también unidad de sentido para articular valores trascendentales a su vida. En el mundo Griego, Areté, tecné, poiesis son fuentes indisolubles de las artes miméticas y bases primordiales para soportar el desarrollo y naturaleza del fin.

La Danza podría ser reflexionada y practicada sólo por entramarse en una red de satisfacción de necesidades. Como una actividad de los ciudadanos, en el desarrollo de los valores de comunión entre el alma physque, la cura y la captación del cuerpo. No obstante, que hubiera bailarinas esclavas de otras regiones puede explicar la valoración del extranjero, pero también advertir que los modelos disciplinarios de la relación del cuerpo no son exclusivos ni excluyentes de otras culturas. Asia y África cuentan con una tradición de formación corporal.

La acción del baile no fue desplazada de los esclavos, partiendo de que existen algunas clases de bailes cuya influencia está determinada por diferentes modos de presentación y musicalidad, sacadas del discurso oficial. Esto se retomará brevemente en la catalogación de las danzas.

La relación conflictiva  entre libertad de pensamiento y libertad del cuerpo, están imbricadas por una forma extensiva de concordancia con la armonía, es decir, bajo el conocimiento y desarrollo en la disciplina. Hasta aquí se ha querido comprender en qué sentido Danzar con disciplina implica una fuente de apreciación y comprensión que genera valores trascendentales en el desarrollo del individuo.



[1]La verdad y la mentira en la antigua Grecia: Discurso y verdad, la persuasión. http://antiqua.gipuzkoakultura.net/discurso_y_verdad_persuasion_comedia_antigua_teatro_eu.php

[2] CF.  Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P. 24

[3] J. A. Antón Pacheco, Ensayo sobre el Tiempo Axial, Kronos, Sevilla, 2000

[4] Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P. 24

[5] Ibíd. P. 42- 43

[6] Ibíd. P. 52

miércoles, 24 de abril de 2024

La Danza en la Grecia Clásica (Parte V)

 

EL CIUDADANO Y EL CUERPO DISCIPLINADO (Aspecto político)

En el ámbito militar Pericles mantuvo la fuerza naval como parte de las batallas que dirigió contra los persas en las Guerras Médicas, o contra  los espartanos en la Guerra del Peloponeso. [1]Capitaneó  los dos primeros años de la Guerra del Peloponeso  y desde los treinta años, y durante otros treinta años más, formó parte de la vida pública helena. Aun cuando nunca emprendió ninguna guerra hasta haber agotado todas las vías pacíficas y de diálogo previo con sus  adversarios, posibilitando un Congreso de la Paz en el que participaron todas las ciudades helenas.

En esa época Atenas mostró su superioridad por mar, mientras que Esparta la demostró por tierra. Los espartanos invadieron el Ática, territorio perteneciente a Atenas. Pericles tuvo que proteger a su gente detrás de las grandes murallas, la hacinación y condición higiénica desencadenó una epidemia de peste, a causa de la cual se cobró la muerte de miles de personas, entre ellas el propio Pericles (429 a. C.). La devastadora Guerra del Peloponeso, dio la victoria a Esparta a fines del siglo V a. C. haciendo estragos en Atenas, que perdió definitivamente su hegemonía.

Con el fin de la guerra del Peloponeso termina la hegemonía marítima ateniense, y como consecuencia, el historiador Claude Mossé, citado por Valdés, señala que se rompe el equilibrio que existía en el siglo quinto, lo que se reflejaría, entre otras cosas, en la miseria del mundo rural, la descomposición de los valores tradicionales y la aparición de un nuevo estado de ánimo, además de las evidentes destrucciones materiales y de los cambios políticos. Para Mossé los efectos de la guerra del Peloponeso no eran claros de forma inmediata, por lo que acabarían mostrándose a lo largo de todo el siglo cuarto, a través de la aparición

Mossé opone la hipótesis de que el hecho que despertaría el imperialismo ateniense fue la batalla de Cnido, en la que dos importantes estrategas (Conón y Farnabazo) se enfrentarían al fin a la flota espartana. Luego de expulsar a los extranjeros de las islas y ciudades del Asia menor, se apoderaron de Melos, donde hubo ataques al territorio espartano para luego reunir una flota en Atenas y recoger dinero destinado a la reconstrucción de la ciudad. Cosa que fue considerada una violación de los compromisos adquiridos en el 403.

Pericles había gobernado Atenas a lo largo del siglo V a. C., haciéndole alcanzar a la ciudad un nivel de sofisticación, rara vez visto en la historia de la humanidad. En el régimen interno todo marchaba bien, pero el descontento de las ciudades de la Confederación de Delos iba en aumento. La política exterior seguida por Atenas no dio los mejores resultados; los miembros de la Liga estaban bastante descontentos. Atenas era la ciudad-estado que dominaba y subyugaba al resto de Grecia, los ciudadanos sometidos querían la independencia.

Pericles impulsó y favoreció la práctica del teatro con una serie de medidas prácticas y económicas. Las familias más ricas tenían la obligación de cuidar y sostener los coros y los actores.  Pericles se ocupaba de mantener la tradición, según la cual las piezas de teatro servían para educar moral e intelectualmente al pueblo.

El comportamiento individual se socializa a través de un modelo. El carácter preeminente de los héroes que discurren por los poemas les otorga una función paradigmática. Su comportamiento no queda sumido en el angosto espacio de la naturaleza individual y de sus limitados logros. Cada hecho tiene una resonancia que precisa de otras individualidades… el individuo no está exclusivamente cercado por el imperativo de subsistir, de permanecer en el ser de la naturaleza.[2]

La guerra, la situación del combate en también al interior de sí, el horizonte donde se proyecta todo lo que se hace. Es una guerra abierta convertida en una segunda naturaleza para el hombre, en la que se puede observar esta búsqueda de Arete.

En ese sentido interesa al transcurso de la investigación recalcar la función angular de la Areté en la constitución del ciudadano, y adjunto a este vocablo de ciudadanía se expresa el término êthike refiere el carácter; correspondiendo a eudaimonía[3] florecer, hacer un éxito de la propia vida, tener una actividad del alma concordante con la excelencia, entendiendo que la excelencia humana se realiza en la actividad intelectual, sólo indirectamente vinculada con la felicidad. Aristóteles fue un pensador que  reflexionó con profundidad sobre la felicidad y el papel de la esclavitud, que se retomará más adelante.

Corresponde explicar que, en la visión de Emilio Lledó[4], que interpreta la ética a Nicómaco encuentra común a la misma la realización del ciudadano en su Telós: la función propia del hombre que, a su vez, engendra una actividad constituya el sumo Bien, basta agregarle una cualidad: la excelencia. Así, Aristóteles ha llegado a proporcionar las notas determinantes del Fin último: Función propia del hombre. Ejercicio o actividad de despliegue de la realización de la naturaleza y en el caso último la excelencia o perfección. La búsqueda del perfeccionamiento del individuo, y la realización del despliegue de todas sus potencialidades, según lo visto, anima el ejercicio de unidad en el ciudadano.

La entelequia de la polis siguiendo la valoración aristotélica de “Todo hombre es un animal político” realiza al ciudadano virtuoso dentro de la actividad política, en la autonomía de gobierno y en la autarquía de su propia estructura[5]. La autarquía es la determinación por derecho propio según el régimen, de la normatividad económica y moral que tiende a la autosuficiencia y estabilidad de la comunidad, procurando una vida buena y digna para la mayoría ciudadana.

Los dos últimos apartados del libro VIII definen el concepto de la utilidad de las Artes miméticas dentro de la Política. Aristóteles confiere una singular concepción a éstas, en tanto el arte era considerado como el depositario de la sabiduría de la polis. Por una parte, se puede sugerir, su papel era el de difundir el conocimiento y de los valores morales de la cultura griega arcaica, pero por otro,  podría ser capaz de cuestionar la prácticas y creencias a partir de la comedia. Es por tal que comenzó a ser objeto de crecientes ataques desde varios frentes, fundamentalmente desde los sectores más ilustrados de la sociedad:

 … es necesario que los juegos de los niños no sean ni indignos de hombres libres, ni trabajosos, ni licenciosos. Además respecto a los discursos y a los mitos en cuanto a qué clase es menester que los de esta edad escuchen sea esto ocupación de los gobernantes, a los que llaman 'inspectores de la educación de los niños'. [6]

Aristóteles piensa que los juegos y los relatos míticos tienen un importante valor educativo en la medida en que permiten acostumbrar a los niños desde pequeños en los buenos hábitos. El juego en sentido de actividad fisiológica es base del desarrollo de habilidades para una actividad adulta futura, lo que pone en evidencia es el hecho de que los niños mediante la mimesis adquieren hábitos de comportamiento. “Es preciso que todas estas cosas abran el camino hacia las ocupaciones futuras, por lo cual los juegos de los niños deben ser en su mayoría imitaciones de las tareas de las que después se ocuparán seriamente.” Ibídem.

La disciplina corporal[7] adquirida posteriormente al juego, como se ha demostrado, no respondía al concepto actual que tenemos: deporte, danza y música de hecho eran mucho más valiosas en la formación inicial del ciudadano como libre pensador. Por ello recogían un amplio espectro de valores. El culto al cuerpo era uno de ellos pero no el único, la preparación psicológica para la competición o el respeto a los dioses imprimían mayor ánimo al atleta y aportaba los requisitos que todo griego distinguía del hombre perfecto.

 



[1] Cf. CECIL. M. Bora. Art. Cit. 44- 48 

[2] Cf. VALDÉS GUÍA, Miriam. Óp. Cit. P. 23- 26

[3] Ibídem.

[4] CFR. LLEDÓ, Emilio.  El mundo Homérico. En “Historia de la ética. De los griegos al renacimiento” Ed. Crítica. Victoria Camps Comp. Pp. 23-25

[5] CFR. ARISTÓTELES. La Política III, 1. 1275b. Ed. Gredos. 1998. Es importante la revisión crítica que sostiene: LUCAS, D.W. en: Aristóteles. Exposición e interpretación de su pensamiento. México: UNAM. 1990).

[6] Ibíd. 1. 1336 a 28-34

[7] καλòς καὶἀγαθóς (kalòs kaì agathós) o lo que es lo mismo "bello y bueno” son conceptos que se retomarán posteriormente. Cf.  OLIVERA, J. (1996), José María Cagigal Gutiérrez (1928-1983), Vida, obra y pensamiento en torno a la educación física y el deporte, p. 14

 

martes, 23 de abril de 2024

La Danza en la Grecia Clásica (Parte IV)

 

LA EXCELENCIA DEL ALMA (Aspecto axiológico)

En el transcurso de la investigación se ha observado que no es posible hablar de Grecia antigua como unidad política, ya que el sistema predominante fue el de las Polis: ciudades estado independientes; lo que explica que no dejaban de ser coyunturales si bien es cierto que crearon alianzas y confederaciones.

El sistema político, cultural y social de la democracia constituía una de las formas de gobierno más equilibradas de la Antigüedad, lo que, sin duda generó una tendencia a la armonía y la sutileza buscada al interior de su código ético. Situación por la cual el pensamiento filosófico de una época no necesariamente implica una visión unificada del proceder de cada ciudad.

Para Vernant[1] esta respuesta está vinculada al conjunto de condiciones que condujeron a Grecia de la civilización palacial micénica, muy próxima a los reinos orientales de aquel tiempo, al universo social y espiritual de la Polis. Vernant, continuando con la exposición coloca los rasgos que, a su juicio, caracterizan el comienzo de la filosofía y de la ciencia griegas, engarzados entre sí y estrechamente relacionados. A saber:

1.      Carácter profano y positivo. Es decir, el pensamiento ya es ajeno a la religión. Las explicaciones que los primeros filósofos dan a la génesis del cosmos y a los fenómenos naturales son de espíritu plenamente positivo. Se ignoran a sabiendas y con premeditación y alevosía las Potencias divinas.

2.      Noción de un orden de la naturaleza concebido de manera abstracta y fundado sobre relaciones de estricta igualdad. El orden cósmico ya no descansa sobre el poder de un dios soberano, sino sobre una ley inmanente al universo, una regla de reparto (nomos) que impone a todos los elementos que constituyen la naturaleza un orden igualitario. Ninguno manda sobre otro.

3.      Visión geométrica de un universo situado en un espacio homogéneo y simétrico. El mundo físico se concibe y proyecta en un marco espacial que ya no se define por sus cualidades religiosas de fasto o nefasto, de celeste o infernal, sino que está hecho de relaciones recíprocas, simétricas, reversibles.

El riesgo de establecer una unidad de continuidad sobre determinados pensadores, su influencia y participación en la forma de concebir la vida artística puede ser imprecisa. Quizá hasta especular sobre su directa influencia en la apreciación ciudadana y esclava. Si bien algunos pensadores como Aristóteles o Platón formaron parte importante en el análisis del Estado, al reflexionar por ejemplo en materia política, pedagógica y artística; es cierto que otras escuelas filosóficas pueden tener tesis contrarias que también asumieron algunos ciudadanos. Escuelas como el hedonismo, estoicismo, los pitagóricos tuvieron influencia en la axiología e incluso fueron consejeros o representantes de cargos sociales. Por lo tanto, es incierto determinar en qué medida se compartía de la visión general de los valores.

En la elaboración del concepto Danza disciplinada, la determinación de valores seculares y en la identidad general de las costumbres, pues no apela a las condiciones iníciales de los campos de experiencia previos al ámbito de conocimiento filosófico, pero son las apropiadas para aplicarse al modelo de estudio. La discusión entre el análisis estético, la experiencia estética y los estadios del arte no son propios de la investigación. No obstante, el planteamiento aquí señalado imprime la necesidad de consideración de la participación y valoración del ciudadano en la polis de frente a la expectación o ejecución de una actividad artística. 

Los griegos no inventaron en sí el arte. No crearon de la nada, y si bien Oriente como las antiguas culturas de los países mediterráneos, les proporcionaron formas primitivas que los modificaron, sí parecen ser quienes dieron unidad de sentido al término, al hacer análisis de las relaciones del conocimiento sensible, los objetos ideales de belleza, el lenguaje, la contemplación y otras cualidades capaces de ser aplicadas bajo categorías.

 El modelo de arte en cuanto que estética se da en predominio de la sensibilidad externa (aísthesis) y por lo tanto el contenido se va reduciendo a mero dato sensible (aiszthetón). El análisis estético funge en cuanto se percibe nuestro objeto de estudio mediante los dos sentidos privilegiados por los griegos, la vista y el oído: mediante el oído percibimos el ritmo en la melodía, y mediante la vista lo percibimos en la danza (lo que es prueba de que el mismo ritmo gobernaba la danza, la poesía y la música).

Ahora bien, que lo bueno, lo bello y lo verdadero estén, desde una perspectiva trascendental, en pie de igualdad metafísica quiere decir que la constitución de la realidad llevada a cabo por tales ideas se articulará de modo que lo bueno aparezca como bello y ambos en su determinación de verdadero; o a la inversa, que lo verdadero sea la iluminación en lo que luce lo bello y ambos la trabazón de la bondad epifánica del Ser.

El arte tradicional se inscribe en la unidad trascendental e identidad ontológica recogida por la elaboración platónica de Verdad, Bondad y Belleza.[2]El término que usualmente se traduce por virtud (areté) de manera primaria significa bondad y excelencia. Dichos términos mantienen la íntima relación con una visión mucho más general de constitución del individuo dentro de la formación ontológica de la belleza, en dónde el arte es un plano general de la vida y no una actividad autónoma.

El arte se presenta como heteronomía esencial. Por tanto no existe autonomía o emancipación en lo que se refiere al arte o al artista: el arte está comprometido fundamentalmente con lo bueno y lo verdadero, de la misma manera que al artista, en su labor específica, no le son ajenas las ideas de bondad y verdad; es más, en la medida en que el mismo Bien posee prioridad ontológica sobre los otros dos trascendentales…En última instancia, arte y belleza se subsumen en la categoría superior de Bien, y la misma actividad del artista tiene como misión no tanto crear cosas bellas como cosas buenas (aunque en realidad ambos conceptos son inseparables).[3]

Y quizá la belleza no se encuentra como cualidad de las cosas, sino que arte y belleza se encuadran en pautas que están en función de la totalidad en la que el Ser se manifiesta. Y dentro de esta totalidad, Bien, Verdad y Belleza resumen la función ontológica del arte. Por otro lado, si el arte cumple su función unificadora será si no se disemina en la multiplicidad de lo estético. Siguiendo el prólogo de Danza Oriental y Occidental, se considera que es a partir de la estética que se abre el ámbito de la pura abstracción, donde la falta de determinación ontológica termina disolviendo el arte mismo, de esa forma el sujeto se identifica a sí mismo en el arte y la experiencia misma:

 La estética es la oposición al arte tradicional en la medida en que lleva consigo el predominio del sujeto individual y de su experiencia de lo múltiple como constituyentes del arte. La pérdida del referente ontológico en favor de la impresión estética desfonda el contenido mismo del arte y de su experiencia sacral. La disgregación de lo múltiple propia de la estética termina con la labor unificadora del arte tradicional. [4]

Rosa Rodríguez López, en Ritmo y Paideía[5] nos ofrece la valoración de  Mousiké como un instrumento educativo, elemento constitutivo de la paideia. Insiste en el valor moralista y pedagógico de la música, según su lectura de Platón, identificada con la sabiduría suprema.

El ideal de unidad de sentido “Mousiké” era significante, dice, dotado de mayor contenido que su objetivo en la educación (alcanzar la condición de ciudadano virtuoso en la polis griega) era el triángulo equilátero perfecto cuyos vértices son el sonido, la palabra y la danza. En una correcta adecuación a la unidad de elevación sobre los espíritus.

La explicación de esta idea que no ofrece la autora se expone Aristóteles en “La Política”, tanto como  Platón en “Las Leyes” y “La República”. El pensamiento de Aristóteles, es consecuencia de una evolución sustentada en su estrato primigenio en la tradición colectiva. Por decir de la fiesta, en dónde el mito que confiere a la música supone un origen divino. Mousiké en ese sentido incorpora el elemento ético y pedagógico, mientras mousiké como mímesis, representación que proporciona la purificación. Y esto ha de tener una directa correspondencia con la función de la poética. Mousiké funge como estrategia para el acceso de la razón, en contemplación de la verdad en sentido de sabiduría.

Rodríguez López señala, finalmente, que sonido, palabra y danza son los vértices del triángulo entrelazados por el elemento articulador que supone el ritmo. Por lo tanto, es interesante expresar que la asociación de mousiké y paideia desde la Grecia clásica. Ya sea en el mito, en el rito colectivo (que interpreta el aspecto donado por las Musas) y en la comprensión de los pitagóricos, quienes lograron recoger toda la tradición terapéutico-catárquica de la música, plantear la metafísica del número y la armonía. El ritmo musical penetra por los dos canales que llegan directamente al alma, a la psyché.

Para los antiguos griegos, la base de la religión se encuentra más en el ritual que en un conjunto de creencias. Cabe destacar que la búsqueda del equilibrio y armonía que persiste en el pensamiento, independientemente del foco en consideración otorga primacía a la areté, como unidad de lo bello, lo bueno, y lo virtuoso. Estas consideraciones en torno a la belleza que aún se encuentran atravesados por mitos, creencias y fábulas.

Los griegos distinguían de la belleza –como Diosa- las gracias  puesto que éstas eran representadas por atributos que podían ser separados de la diosa de la belleza; solo la diosa de la belleza es la que lleva el cinturón de los encantos y los concede. Toda gracia es bella, ya que el cinturón de los encantos es propiedad de la diosa de Cnido[6]; pero no todo lo bello es gracia. Sin embargo, la diosa de la belleza puede desprenderse de su cinturón y transferir su virtud a un ser menos bello. La gracia no es exclusiva de lo bello, sino que puede también pasar, aunque siempre únicamente de la mano de lo “bello”, a lo “menos bello” y a lo “no bello”.

El sentimiento de los griegos distinguió lo que todavía la razón no era capaz de precisar;  tomó de la fantasía homérica imágenes, dado que el entendimiento no podía ofrecerle aún conceptos. Aquel mito demuestra que la gracia es una belleza en movimiento; es decir, que puede originarse casualmente en su sujeto y cesar de la misma manera. Diferenciada de la belleza fija, que está con el ciudadano mismo.  El sentido del mito griego es que la gracia se transforme en una cualidad. La determinación del hombre que participa en la belleza de su estructura sólo lo hace en su representación en el mundo sensible.

Por otro lado, el atributo de la Virtud no debe, desde su separación y lejanía, determinar el modo de ser de los entes en modo alguno, si no es mediante la solución platónica que consiste en la teoría de la participación, en la que los entes-copias imitarían a las ideas-ser por un proceso del que Platón, según Heidegger, no alcanza a dar cuenta.[7]

Se distingue entre atributo y esencia, entre Ser y desplegado según esta unidad de Virtud en un mundo trascendente de las Ideas, debido a que esta operación de acceso al ser define todo aquello que se nos presenta de alguna forma. En ese mismo sentido es que Heidegger señala que para Platón se estaría ontificando al ser. Siguiendo la idea de Virtud, admite que por Ser se entiende mundo transcendente de las Ideas. Y la pluralidad de ideas, responde a la característica de la univocidad del ser. Sólo hay un camino en Platón que nos convendría seguir e interpretar, en cuanto que sí constituye una expresión ontológica, en cuanto que presenta la univocidad del ser, y es la Idea del Bien, entendido como Bien ontológico.

“El Bien” asegura la apariencia del aspecto, que es donde lo presente llega a dejar constancia de lo que es. Por este seguro un ente queda retenido y “sabido” en el ser. De la esencia de la idea suprema provendrá para toda mirada y acción circunspecta y sensatamente, sea en asuntos privados, bien en negocios públicos, debe tener ante la vista está (idea, que, por hacer posible la esencia misma de la idea, se llama Bien[8]

Heidegger faculta la exigencia de dar objetividad y solidez a los principios de los que parte la experiencia, en una realidad ultrafenoménica. Si el Bien ontológico, es condición para ser la Idea de las ideas, se debe a que no podría ser participado por todas las ideas ontológicas. El Bien ontológico es modal, es un modo de ser: ser solamente cada uno lo que es: une y distancia las ideas y lo que une y separa es un límite, es el límite constituyente. Con este enfoque,  los valores ideales de Virtud son los de la Verdad en el sujeto, y se transmitirán en el movimiento de búsqueda de belleza, de susceptibilidad y religiosidad.

Los primeros griegos tuvieron que enfrentarse a esa manera de entender el mundo, con una rotunda fuerza en la tradición. En ese sentido, Emilio Lledó pensará que una teoría ética debe de reflexionar sobre la conducta de los hombres, sobre su organización práctica en una sociedad dinámica. Es decir, reflexionar sobre el hacer como condición fundamental de un espacio social en el que no se encuentran códigos abstractos:

Ethos no brota de la reflexión, del pensamiento que interpreta la experiencia, sino que solidifica en las obras y en la actividad de los hombres. La red que se teje entre los individuos determina los niveles de lo posible y cerca el espacio de lo necesario. Esa red amplía el horizonte de las propias necesidades hacia la posibilidad que trazan las necesidades de los otros. [9]

La abierta interpretación del diálogo Filebo[10] comenta que el páthos, la afección, produce el éthos en el alma. Dicho de otro modo, que las variaciones de ritmo producen variaciones de carácter considerado una disposición ética. Por ello, música y danza intervenía en la curación de un enfermo, pues el ritmo producía una afección que llegaba por los canales de vista y oído directamente al alma; y el alma restablecía armonía, capaz de ser modificada en “ajuste” de sus componentes. El ritmo produce una afección o páthos en el alma y modifica el carácter, es por los caracteres (de éthe) de cada ritmo en particular, y estos caracteres alcanzan en la melodía, la poesía y la danza.

El ritmo tiene un carácter propio, un éthos particular, nos comenta Platón entorno a su  maestro de música Damón; afirma que los ritmos son bíou mimémata, “…imitaciones de la vida”[11]. Para él, el canto y la danza se producen al existir un movimiento en el alma: los cantos y danzas que son bellos hacen que las almas sean bellas, y viceversa. El carácter o éthos de la danza está conectado con el ritmo del texto y con las notas de la música; pero el danzarín revela el suyo propio al bailar. Platón se adelantó al comprender que la imitación ha de ser de cosas bellas y útiles para la virtud.

Para los griegos, el movimiento es de pies, de manos, de todo el cuerpo. El gesto, que vendría a traducir la palabra griega deíxis, ya no es tan fácil de comprender, pues según Plutarco, “muestra en sentido estricto las cosas en sí: la tierra, el cielo, a sí mismos, a los que están cerca”. Y añade que se parece a los nombres propios en la poesía. Este gesto está claro que no es sin más un movimiento de las manos, o un señalamiento cualquiera. Vendría a ser más bien un “retrato” en la danza, de una persona, de una cosa, en el que los gestos de las manos jugarían un papel importante. [12]

Ahora bien, dentro de las formas y funciones del estado Griego, el valor que se le asignaba al desarrollo del ciudadano se imbricaba con el desarrollo de sus potencialidades: en la política se haya la culminación de la ética y la estética, la pedagogía de la belleza. La asimetría de un proyecto político y estético se encuentra en función de que, desde la concepción de Platón hasta la de Aristóteles, los juegos y los relatos míticos tienen un importante valor educativo en la medida en que permiten acostumbrar a los niños desde pequeños en los buenos hábitos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] VERNANT, Jean – Pierre. Óp. cit. P. 46- 48

[2] Ibídem.

[3]  En: Danza de Oriente y Danza de Occidente. CHOZA, Jacinto. De GARAY, Jesús. Coord. Ed. Thémata. P. 25

[4] ANTÓN, Pacheco. José Antonio. Arte Símbolo y tradición.  En: Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P. 33

[5] En: Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P. 37-39

[6]TURER, Manso Armando. Genealogía de la filosofía. Revista virtual. Junio 2008. En:  http://www.turemanso.com.ar/fuego/filosofia/genealogia.html

[7] HEIDEGGER, Martin. Doctrina de la verdad según Platón. Trad.Juan García Bacca, Venezuela, 1998 p. 8

[8] Ibíd. P. 22

[9]  LLEDÓ, Emilio. El mundo homérico. En .Historia de la ética 1: De los griegos al renacimiento. Victoria Camps com. Ed. Crítica, Barcelona. P. 17

[10] FITTON, J. W.: “Greek Dance”, Classical Quarterly 23 (1973),p.270.

[11] PLATÓN, República, 400ª. Citado en Ídem.

[12] CF.  Danza de Oriente y Danza de Occidente. Óp. Cit.  P. 66

Origen y mitología de la Danza